Unir e integrar; la alquimia de los remedios florales.
Autor: Eduardo H. Grecco
email: eduardohgrecco@gmail.com
Varios maestros han hablado de la naturaleza de los métodos de preparación de las esencias florales del Dr. Bach, tratando de poner de relieve su arquitectura y su dinámica, a la par que su sentido. Pongo, por ejemplo, las observaciones que aparecen, al respecto, en los libros de Julian Barnard. Sin embargo, hasta donde sé, solo el maestro Luis Jiménez y yo, hemos realizado una reflexión sobre este punto desde la mirada alquímica.
En otro lugar, he mencionado el gesto de lo que es un remedio floral: el roció de la flor, contenido entre los pétalos de la flor, sumergido en agua de manantial, expuesto al sol. Hay muchas razones, que hemos señalado con anterioridad, en torno de este proceso que Bach selecciona para preparar 20 de sus remedios. Quiero agregar, hoy, una más.
Bach disponía de un sólido conocimiento cabalístico. En ese contexto, el Fuego Celeste, el fuego del sol, es un elemento que genera, en los seres humanos, sed de sabiduría. Una sabiduría, de tal naturaleza, que no es posible asimilar de modo directo, sino que toca incorporarla, a través del elemento agua, es decir, de los sentimientos y emociones. (El agua ceba al fuego sin apagarlo y lo transforma en Fuego Filosófico). Una traducción, de esta afirmación, en términos de proceso terapéutico evolutivo, es la siguiente: solo por medio de los afectos despertamos a la vida espiritual. Encontrarse con el Alma, requiere el abrazo a los sentires. Llegar al fuego de la consciencia supone cruzar el mar de la sombra, tal como Teseo lo hizo para arribar a la entrada de su propio laberinto.
El laberinto, era en Grecia, un símbolo de la puerta de entrada al Hades. El problema del laberinto no era entrar, sino el cómo salir de él. Teseo necesitó de la ayuda de Ariadna, una advocación de Perséfone, reina del Hades y un ícono de la luna. Y, Ariadna, le dio un ovillo de hilo, para poder regresar y una espada mágica, para poder matar al Minotauro, un retrato de sus propios demonios. El ovillo es un símbolo asociado al olivo (Olive), mientras que, la espada, se vincula con la vid (Vine). Maravillosa sincronicidad donde solo nos haría falta agregar Wild Oat para dar cuenta del trilema alquímico de Mercurio, Sulphur y Sal que, en algunas lecturas, podríamos plantear femenino, materia, tierra: masculino, espíritu, sol, y la luna, como punto medio de estas fuerzas, fruto de esta polaridad.
Estoy convencido que esta es una perspectiva que habría que agregar a la lectura del significado del método solar y una reflexión en la que vale la pena hacer referencia, como metáfora, al arcano XIX, El Sol, del Tarot, y, en especial, a la lluvia de trece gotas de oro filosófico que se precipita sobre los gemelos escenificados en la carta que, también, encierra un mensaje oculto: las trece lunas del año, la perfección de la secuencia temporal de la fecundidad de la vida.
Los gemelos son un símbolo tradicional de la diada, dualidades de opuestos complementarios, luz y oscuridad, consciencia e inconsciente. Hago esta referencia por la razón, de que, el método solar, implica una acción alquímica donde se produce la unión de opuestos entrelazados por el amor y la aceptación. Donde masculino y femenino se entreteje en un abrazo estrecho y acariciador, donde máscara y sombra, yo y no-yo, se transforman en una fuerza convergente, bajo la luz que emana del Padre Sol, protector y amoroso, que derrama su luz sobre los aspectos humanos contradictorios de la existencia, para que se integren en el amor. Y. esto, es lo que hace toda esencia floral desde su patrón de preparación de origen: unir e integrar, respetando la natural ambivalencia de la vida.