Del libro Muertes Inesperadas: Algunos mapas mentales sobre la muerte
Los hombres tienen mapas mentales sobre la muerte, creencias que condicionan la manera de enfrentar esta experiencia. Para algunos es un tránsito lineal, pero para otros se presenta, esencialmente, en la conciencia como polaridad: se muere a esta vida, se nace a otra; se pierde esta existencia, se amanece a una nueva. Para unos la muerte no tiene sentido, para otros sí lo posee. La muerte es un castigo, la muerte es una esperanza, una liberación…
El argumento de vida que cada persona construye como motivo de su existencia, expresa estos mapas mentales sobre la muerte, que no son independientes sino que forman parte de una cosmovisión más amplia y más o menos inconsciente dentro del sujeto.
Así, por ejemplo, quien evade la muerte evade la vida y el miedo a morir que lo domina es proporcional a su miedo a vivir. Se muere como se vive y tanto una como otra experiencia es intransferible, pero guardan entre sí una relación simétrica.
Como cada quien se para frente a la muerte es parte de una actitud, también, ante el nacer y el crecer. Estas tres experiencias -nacer, crecer y morir- son tránsitos que pueden ser vividos de muchas maneras. Sin embargo, en los tres, hay algo en común: representan cambios de conciencia, a veces vividos con ambigüedad, ansiedad e incertidumbre.
• Algunos mapas mentales sobre la muerte •
Mencionamos algunas de las actitudes ante la muerte. No agotan el tema, pero sirven para ilustrar lo que pretendemos decir con «mapas mentales de la muerte».
a) La enemiga permanente. La muerte es vivida como una enemiga siempre dispuesta a atacarnos. Esto nos lleva a vivir «recluidos» sin desplegar enteramente nuestras potencialidades por miedo a lo que pueda pasar. La muerte está ahí para agredirnos, está contra nosotros, existe para amargarnos la vida. Hay entre ella y nosotros una cuestión personal que se puede zanjar en cualquier momento. Despierta en nosotros sentimientos de rechazo y temor que bloquean el sentir tristeza y dolor por una pérdida de alguien querido que ha muerto. Pero también impiden el resentimiento, el odio, la culpa, la impotencia o cualquier otra emoción. La muerte, como enemiga, bloquea la posibilidad de aprender de la experiencia que significa enfrentar la muerte de otro para conectarse con la propia posible; nos obliga a estar siempre en alerta, gastando energía en prevenir lo imprevisible, para luchar contra «los fantasmas de la nada».
b) La cobradora de peaje. Caronte en la laguna Estigia cobraba un peaje para llevar en su barca las almas al infierno. No queda otro remedio que aceptar este hecho y preparar las monedas para hacer el pago. Pero una vez que hemos efectuado el pago comienza una aventura riesgosa sobre la que no podemos dar ninguna cuenta. La muerte aparece, entonces, como una sombra que acecha desde la oscuridad, que nos quita lo que llevamos de valor (representado en la moneda del pago) y nos deja desnudos y expuestos a algo desconocido.
c) El fin de la carretera. A veces la muerte es mirada como un modo de terminar todos los problemas que nos aquejan, liberarnos de las pesadas cargas del vivir, de las exigencias y responsabilidades.
Hemos caminado un tiempo por el camino de la «tierra», hemos saboreado sus dulzores y sus amarguras, y ahora el sendero termina. Nada hay más allá; «al fin me saqué de encima, el peso del vivir».
d) Momento de balance. Llegamos a la muerte y allí nos espera una experiencia crucial: el juicio de nuestra conducta en la vida, que implica efectuar un balance y escuchar la sentencia y el correspondiente premio o castigo, según el caso.
La preocupación por el resultado de esta encuesta no deja que la persona, mientras vive, visualice a la muerte como una experiencia individual y transformadora sino que la convierte en una obsesión moralista. Vive el presente mirando a ese futuro y condiciona sus experiencias en esta dirección. Hace de la muerte una cuestión de religión y de moral. Espera alcanzar la «bienaventuranza» pero tiene que ganarse, portándose bien, un buen lugar en el «estadio» del paraíso.
e) La verdadera vida comienza después. El hombre nace para morir. Ésta es su única certeza y su único destino. Somos seres para la muerte y allí comienza la verdadera vida.
El vivir en este mundo es un destierro; lo bueno está cuando nos vamos. Hay que apurar la vida, no preocuparnos mucho por nada, sólo esperar que nuestra alma se desprenda cuando llegue el momento y volver al parque de diversiones del más allá.
f) La puerta infranqueable. La muerte es algo muy desconocido. Una puerta que atravesamos para no volver, infranqueable a cualquier retorno. No hay regreso, es sólo un viaje de ida. El hombre puede caer, entonces, en
una postura absolutamente nihilista frente a la vida, que le hace cuestionarse qué sentido tiene tanto esfuerzo para nacer, vivir y crecer, si esto que construye sólo sirve para morir.
g) La muerte responsable. La muerte es una experiencia que hay que enfrentar con responsabilidad. «No es el simple término de una vi da, sino el comienzo de otra forma diferente, de la cual sabemos tanto como el feto en el vientre materno sobre la carrera que va a comenzar después de nueve meses. La muerte no es llegar a una estación de justicia para rendir cuentas de nuestros actos» (Manuel Barroso).
La muerte es algo que nos espera, pero no hay que vivir para la muerte sino vivir para la vida. La muerte responsable es hacerse cargo de la existencia, con la muerte cuando ocurra incluida; es aceptar la angustia, la libertad y la esperanza; es no vivirla como un lazo que ata, sino como un suceso que nos va ocurrir, inevitable, pero que es sólo eso.