El espíritu de Artemisa
Clara de 32 años llegó a la consulta llevada por la curiosidad, según me contó, porque había oído hablar de las esencias florales y quería experimentarlas en ella misma. En nuestros primeros encuentros relataba que se sentía “atascada”, como si algo le impidiera avanzar en todos los ámbitos de su vida. Por sus vivencias, por su aspecto y por la fuerza que transmitían sus palabras se podía ver una mujer Artemisa, que sin embargo, desde hacía mucho en su vida se movía primordialmente desde el arquetipo de Deméter. Su actitud protectora y maternal hacia su madre, su pareja y una amiga de la infancia, la habían llevado a desatender sus propios asuntos. Derivaba gran parte de su tiempo y de su energía en resolver la vida a los demás. Exploramos sus vivencias de la niñez y ella se describía como una niña decidida, valiente e intrépida, pendiente de ayudar a sus amigas más débiles, como hace una niña típicamente Artemisa. Sucedió que su padre murió cuando ella tenía 12 años y entonces, por su fortaleza, se sintió en la responsabilidad de proteger a su madre y sus hermanos pequeños, ya que ésta, una mujer marcadamente Perséfone, se hundió completamente al fallecer su marido.
Clara había “adoptado” el arquetipo de Deméter para poder afrontar la situación y creció sintiéndose madre de todo aquel que la demandaba. Durante tres meses estuvo tomando la esencia Madre Nutricia apoyada por otras de Bach, especialmente red Chestnut y walnut y empezó a sanar la actitud maternal, fuera de lugar, que ejercía sobre sus vínculos más cercanos. Entonces se dio cuenta de que le apetecía realmente ser madre, (de un bebé…), cosa que tenía bastante descartada hasta ese momento, ya que inconscientemente tenía esa faceta maternal cubierta por el rol que representaba habitualmente en su vida. A partir del cuarto mes de terapia empezó a tomar la esencia Rival y hermana y la tomó durante otros tres meses apoyada por otras esencias de Bach (gentian, larch y elm especialmente) que iban armonizando todo el proceso.
Cuando empezó a reencontrarse con el espíritu de Artemisa, se sentía como “pez en el agua”, según sus propias palabras. Recuperó su brillo natural, todo el poder que otorgó a otros para ponerlo al servicio de sus “hermanas”, un grupo de mujeres artesanas con las que contactó, a las que ella empezó a inspirar y a apoyar en sus proyectos creativos y empresariales. Los dos últimos meses de terapia tomó la esencia Agar junto con Artemisa y esta combinación le ayudo a liberarse de creencias esclavizadoras en cuanto a su papel en el mundo como mujer y facilitó asimismo el corte con una relación de la que se sentía esclava. Un año después de finalizar la terapia, me escribió contándome que estaba embarazada y que acudía a un grupo de mujeres embarazadas que se reunían para compartir experiencias y apoyarse mutuamente. Allí pudo reconcilar a su Deméter con su Artemisa interna aún más profundamente. La vida le regaló a Celia el escenario perfecto.