• Curso «Correspondencias Bach-América (California)»

El mundo de las energías femeninas – Parte I –

El mundo de las energías femeninas  – Parte I –

Autor: Eduardo H. Grecco

Partimos de la certeza de que la Terapia Floral es una psicoterapia auxiliada con esencias florales ya que su objetivo no es prescribir remedios sino ayudar a que el paciente conozca la causa real de su enfermar. Causas que se identifican con la presencia de emociones sofocadas que desde la sombra retornan como síntomas, como vínculos y como sueños. Emociones que hay que hacer aflorar a la conciencia para sanarlas, ya que, nada puede ser curado en ausencia y sin antes haberlo vivido intensamente.

Esto implica considerar, entonces, a la Terapia Floral no solo como un arte clínico sino, también, mayéutico, al mejor estilo Socrático.

Cuando afirmamos que las emociones sofocadas vuelven como síntomas, sueños y vínculos estamos implicando que las emociones son la presencia del pasado en el presente, la fuerza del ayer en el hoy. En suma, son un modo de recordar.

Lo que es emoción sofocada en la personalidad es herida esencial en el alma y entre estas dos estructuras existe una dinámica que hace que lo que cada quien reprima no sea azaroso sino que se relaciona con el tipo de lección que cada quien tiene que aprender.

Al decir que las emociones son memoria, estoy afirmando que son la vuelta de antiguas experiencias. Experiencias que no provienen de un único lugar, ni que están escritas en un mismo libro, sino que sus fuentes son, de tres órdenes: transpersonal, personal y pre personal.

Todas las emociones ponen de manifiesto que lo que no se aprende, lo que queda pendiente, insiste. De modo que los síntomas, los sueños y los vínculos, que expresan los afectos sofocados, son insistencias de un pasado sin resolver, marcas que pueden provenir de mi biografía, de mi vida intrauterina o del universo transpersonal.

Estas cuestiones pendientes se expresan en emociones que se registran en el cuerpo, que quedan guardadas en el cuerpo. Aquí vale la pena recordar que las relaciones pueden concluir pero los vínculos permanecen y permanecen registrados en el cuerpo. De modo que el cuerpo recuerda lo que la conciencia quiere olvidar, el cuerpo revive lo que la conciencia quiere silenciar. Como se apreciara, todo parece reconducirnos al cuerpo. Y es que el cuerpo es el pivote de nuestra existencia, el instrumento de nuestra encarnadura.

Volviendo atrás. Dentro de la memoria transpersonal conviene distinguir tres áreas: aquella que se genera a partir de vidas pasadas o memoria kármica, la arquetípica y la constelar familiar.

Sobre la primera, merece un lugar especial maravilloso trabajo que viene desplegando el Dr. José Luis Cabouli, quien ha puesto en evidencia, en sus textos y en su enseñanza oral, el carácter constitutivo de las experiencias de otras vidas como cinceladoras de mucho de lo que hoy nos acontece. No hay espacio aquí para explayarse pero recomiendo un acercamiento a la obra del Dr. Cabouli para comprender el valor de las emociones como reproducción de experiencias, como intentos de saldar el pasado.

Respecto a la memoria arquetípica Jung fue bastante explícito en mostrar como esos restos de experiencias colectivas construían patrones de la vida que reiteramos al punto que arquetipos y repetición forman una pareja mancomunada. El proceso de individuación consiste, justamente, en desprenderse de esta fuerza de atracción que nos ancla a emociones antiguas y colectivas. Su eficacia para condicionar la conducta actual muestra cómo esa memoria está activa.

Finalmente, la constelación familiar. El pasado familiar impregna toda nuestra vida. La conciencia de la identidad familiar es tan fuerte que los seres humanos somos capaces de cualquier sacrificio, aún la enfermedad y la psicosis, con tal de no perderla y pertenecer. Muchas veces nuestros síntomas, nuestros vínculos y nuestros sueños son expresión de las deudas, fantasías, deseos, maldiciones y muchas otras cosas, que danzan en el inconsciente familiar.