La envidia
Por Eduardo H. Grecco
La envidia guarda una relación estrecha con la gula y Chicory es un glotón empedernido, tanto de dulces comestibles como de los elogios y reconocimientos que son como bombones para su ego. Tanto afán por lo azucarado esconde una fuente de amargura que lo lleva a envidiar lo que otros tienen, hacen o son, sin darse cuenta que, en este simple acto, están mostrando que reconoce, de modo inconsciente, el valor del otro. Sólo se envidia lo que se considera valioso, solo se intenta destruir y desacreditar aquello que se admira.
Al envidioso le afecta la prosperidad, felicidad y éxito del otro. El bienestar ajeno lo irrita, langustia y desespera. Quiere apoderarse de todo ese valor, porque detrás de la envidia se puede reconocer la presencia de una adictiva y desmesurada codicia, que Willow la desarrolla a partir de una percepción impersonal y Chicory solo en relación a alguien que ama, odia o admira. De manera que, la envidia, puede ser considerada como el lado siniestro de la admiración y que, el envidioso, despliega su acción frente al desamparo de sentir ser nadie entre los otros. Con sus ataques, lo que busca es, justamente, esto: reconocimiento, ser alguien, estar en el escenario, ocupar el lugar de quien quiere destruir con sus ataques envidiosos.
Es por esto que, la Psicología enseña que detrás de la envidia hay fuertes incapacidades anímicas, complejo de inferioridad, inseguridad, egolatría, capricho, infantilismo y, sobre todo, una falta de esperanza de alcanzar lo que se envidia. Sin embargo, esta conducta no empaña que la envidia es la energía de la autosuperación y el aprendizaje. Solo nos habla de la voracidad Chicory. Un lado oscuro junto a los luminosos de cercanía, cobijo y contacto que brinda.