La Solidaridad del terremoto del 19/9/17
Autor: Eduardo H. Grecco
email: eduardohoraciogrecco@gmail.com
Suelo enseñar que, en las crisis, la memoria de la ayuda retorna a nuestra vida cotidiana como el caudal de un río que ha sido desviado a su curso original. De pronto, nos volvemos solidarios donde hasta ayer competíamos. Tal vez, “desorganizados solidarios”, pero solidarios.
Ahí nos damos cuenta que la eficacia no es lo importante, sino la intención amorosa que la alienta. En el dolor de tanto dolor, es bueno reencontrase con ese sentimiento tan humano, y tan reprimido, como la solidaridad.
Ser solidario no consiste en imponer nuestra asistencia sino comenzar por preguntar ¿Qué necesitas? Y esto supone una disposición a dar lo que el otro requiere, no lo que nosotros queremos otorgar.
Ser solidarios implica conectarnos, profunda y empáticamente, con los otros y con sus sufrimientos y carencias. Las crisis nos enfrentan a la finitud de las cosas y de la vida. De tal modo que, uno debe aprender a vivir el ahora, a no dejar para mañana los anhelos que se pueden realizar. Los deseos que reprimimos, los traumas que experimentamos, los sueños que postergamos, las personas que excluimos, los enojos que guardamos, no desaparecen sino que son fantasmas que moran agazapados en nuestra sombra. Así, como las placas tectónicas de la tierra se acomodan y, en este movimiento, producen sismos (aunque no es la única causa), así las placas tectónicas del inconsciente se reacomodan y producen crisis en nuestra vida.
La magnitud de las crisis depende de la magnitud de lo reprimido.
Represión es lo contrario de expresión, de modo que el tamaño de una crisis es proporcional a la capacidad expresiva de nuestra vida. Más expresión, menos intensidad de las crisis. Por eso, es bueno que, nosotros que somos terapeutas, nos preguntemos ¿Qué necesitamos?
Uno da lo que ya tiene, contesta las respuestas que se ha contestado. México ha vivido el pánico de Rock Rose. Vi a tanta gente conmocionada y abracé a tantas personas llorando, que mis ojos y mis brazos están cansados. Caminé de regreso a mi casa, tanto tiempo, al lado de tanta gente, que por la noche caí rendido y dormí lo que no había dormido en meses.
Hoy, aun la gente tiene miedo. Busca reunirse con las personas de sus afectos. No sabe que puede pasar mañana. Muchos están esperando una réplica del terremoto, muchas más ayudando como saben.
Hoy por la mañana entre en mi estudio, barrí los vidrios de unos cuadros rotos, junte libros que se habían caído de los estantes, prendí la computadora, conteste e-mails, mensajes de gente preocupada por mí y por México. Es muy grato sentir que tanta gente te quiere, es bello sentirse envuelto por tanto amor. Tal vez, las crisis nos recuerdan la necesidad de recargarnos de amor en nuestra vida.
Bach, señalaba que Rock Rose es un remedio pasa ser usado en la depresión. (“En casos de gran urgencia, de gran peligro, de miedo intenso o terror o depresión, en todos los casos de máxima necesidad cuando la situación parece desesperada…” y “Cuando existe peligro mental, como amenaza de suicidio, locura o crisis nerviosa, miedo a la muerte o una depresión incurable.”) Y, la depresión, es una pena de amor.
En este día, no he dejado de pensar como Rock Rose, al recordarnos la solidaridad dormida, también nos hace tener a la vista la fuerza del amor. Las crisis Rock Rose son, además de muchas otras cosas, monumentos que conmemoran traumas de amor de nuestra vida, y los reviven para sanarlos. Las placas tectónicas de nuestra sombra están formadas por nuestros desamores más arcaicos. Sobre ellos trabaja Rock Rose.
Hay que recordar, curiosidad valiosa, que la palabra “tectónica” deriva del griego antiguo y alude a constructor, carpintero, en suma labores alquimistas, y que, terremoto (movimiento de la tierra) o sismo (temblor de la tierra), es un fenómeno, de sacudida brusca y pasajera, de la corteza terrestre, producida por la liberación de energía acumulada en forma de ondas sísmicas que, en general, se producen por la actividad de fallas geológicas.
Nuestras fallas geológicas son nuestros traumas, los sismos nuestras crisis, producto de la energía que hemos reprimido y que quiere expresarse y, como no puede hacerlo de manera sana, lo hace así, como una explosión.
Ojalá aprendamos lo que la tierra nos enseña y cultivemos el arte de expresar y hagamos alquimia en nuestra vida.