La Terapia Floral: un nuevo amanecer
Autor: Eduardo H. Grecco
La Terapia Floral ha recorrido un largo camino y hoy se encuentra en un punto de transición muy cercano a alcanzar los objetivos de su motivo de fundación.
¿Que se propone la Terapia Floral? Inicialmente aliviar el dolor, paliar el sufrimiento y procurar la cura. Este objetivo es semejante al que persiguen otras terapéuticas, pero, lo que esencialmente diferencia a la Terapia Floral es que busca ayudar a las personas a liberarse de la esclavitud de los afectos que los atan al pasado.
Hay que pensar que las causas de nuestros males residen en las emociones que no expresamos, que sofocadas, en algún momento de nuestra historia, no dejaron por eso de existir. Afectos que son las marcas vivas de experiencias dolorosas que, pendientes aún de solución, retornan, desde la historia, disfrazadas como síntomas, sueños o vínculos. Afectos que representan los apegos a patrones de conducta que nos hacen sufrir y de los cuales, sin embargo, no podemos desprendernos.
En este contexto los síntomas corporales, por ejemplo, son gritos en el cuerpo de los afectos que la conciencia no quiere reconocer y que la memoria no quiere recordar. Representan la presencia del pasado en el hoy. Un pasado que nos estanca, que nos limita, que no nos deja avanzar en la vida…
Naturalmente, entonces, parte de la propuesta de la Terapia Floral consiste justamente en ayudar a que las personas expresen (hagan a-florar) los afectos sofocados, ya que nada puede ser curado en ausencia y nada, tampoco, puede ser dejado atrás, sin antes haberlo vivido intensamente. Consecuentemente, este proceso genera en cada persona la capacidad de poder despedirse de la neblina del ayer y así ser capaz de ver el sol del presente en toda su claridad.
Por este sendero los seres humanos se liberan de los anclajes del pasado que los atan a circuitos de reiteración de hábitos inadecuados; anclajes que en lugar de ser la manifestación de “afectos” genuinos, emergen como “afecciones” que nos llenan de desdicha. En este punto, la Terapia Floral, converge con el Psicoanálisis y la Medicina psicosomática.
Esta perspectiva que alienta la Terapia Floral, creada hace más de 70 años, por el Dr. Edward Bach, intenta acentuar el valor de los afectos como una experiencia esencial de la vida y hacer hincapié en que los síntomas, vínculos y emociones que pueblan nuestra vida siempre poseen un sentido. Que nada es casual, que todo lo que nos acontece son citas que la vida propone para que podamos aprender. Que la tierra es una escuela en donde, en este día de colegio que es nuestra vida, tenemos la posibilidad de crecer y evolucionar.
Para poder ayudar en este proceso la Terapia floral ha desarrollado una serie de remedios, naturales y de una significativa acción benéfica para el organismo, remedios que actúan sobre nuestro mundo emocional y desde allí sobre toda la personalidad. Personalidad entendida como una estructura que abarca tanto el psiquismo como el cuerpo, en tanto, cuerpo y mente son solo conceptos para hablar de un único existente que se enferma.
En esta dirección la Terapia Floral proporciona bienestar y alivio a los padecimientos de una persona sin hacer distinción en que esfera de la persona estos se encuentren. Ya sea una depresión, una diabetes, angustia o asma, la flores siempre hacen su aporte. En muchos casos, también, se logra la cura pero, aunque no sea así, siempre transforman la actitud del paciente de un modo positivo.
Como en todo arte de curar, los resultados son siempre acordes a las posibilidades de la naturaleza de la terapéutica usada, la situación del paciente y del padecer que se trata de sanar. Pero bien vale la pena la experiencia de transitar por las esencias florales camino a encontrarse a uno mismo y sanar las heridas del cuerpo y del alma. Luego de la experiencia, es el momento de evaluar los resultados con un espíritu abierto ante lo nuevo aun cuando cuestione las creencias que tenemos sobre la salud, la cura y la enfermedad y aun cuando lo que nos aporte no sea lo que esperábamos. Es que, muchas veces, ocurre, en la Terapia Floral, que uno va por lana y sale trasquilado. Y es que las esencias florales no siempre proporcionan lo que se anhela sino aquello que realmente necesitábamos, aun cuando ignorábamos que cosa era y aun cuando sus bendiciones se hacen carne en la conciencia bajo la forma de una vivencia inesperada, paradójica o “inoportuna”.
La Terapia Floral ofrece al hombre un nuevo amanecer. Nos hace descubrir que el cuerpo no es una carga sino el pivote de nuestra existencia; que existir es coexistir y que es sólo en la dinámica de un vínculo de amor como evolucionamos y sanamos. Nos enseña a reconciliarnos con nuestras emociones, cualesquiera sean, ya que, todas nos son necesarias y todas cumplen una función importante en nuestra vida, aún aquellas que tienen muy mala prensa como el apego, la envidia o los celos. Al mismo tiempo, nos hace comprender que para poder evolucionar los seres humanos debemos incluir nuestras enfermedades como parte del proceso de crecimiento, ya que, no son un mal a erradicar sino una señal a entender y desarrolla la convicción de que los remedios florales despiertan en cada uno de nosotros las fuerzas auto curativas, ya que, la medicina cura, pero es la naturaleza la que sana.
Pero, por sobre todas las cosas, la Terapia Floral ofrece la posibilidad de la experiencia de una relación terapéutica en la cual ir descubriendo cuales son las cosas que nos han conducido al sufrimiento y por medio de este encuentro creativo y reparador aprender a transformar los recuerdos dolorosos en caricias, el peso del ayer en un intenso presente y la desdicha en felicidad. ¿Podemos pedir algo más?