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  • Curso «Correspondencias Bach-América (California)»

“Las esencias florales para sanar el dolor de cuerpo y alma”- 2da parte

“Las esencias florales para sanar el dolor de cuerpo y alma”- 2da parte

En enero de 1933 viajó de Cromer hacia Eastbourne y luego a Marlow, a orillas del Támesis, donde permaneció algunas semanas».

Contado así, casi parece como algo muy normal, o simplemente un cambio de aires, ¿no les parece?, pero lo cierto es que la razón de buscar otros remedios vino precedida de la evidencia de que no todas las personas encajaban en las doce descripciones que había establecido inicialmente. Algo fallaba. Algo no estaba bien o faltaba en el esquema, y Bach decide retirarse porque necesita centrarse en sus investigaciones, meditar sobre su trabajo y digerir otro tropiezo. Algo se le ha escapado, debe haber algo que no ha visto y seguro que está allí, pero ¿qué es?, ¿dónde buscar? Donde siempre, pero su esfuerzo parece infructuoso. Casi sin temor a equivocarnos podríamos decir que Bach se hunde, desfallece, hay algo que no ve.

Posteriormente le contaría a su amigo y Hermano, el doctor F.J. Wheeler cuál era su estado: «Querido Hermano:… Un día, sintiéndome ansioso respecto al futuro, como supongo que todos hacemos de vez en cuando, estaba cerca del sendero de Marlow-on-Thames, cuando me llegó este mensaje. Un mensaje que no es sólo para mí, sino para todos los que se esfuerzan en ayudar.

Lo anoté tal cual… «.

Creemos que por la fecha, el mensaje al que se refiere Bach, quizás un mensaje de los que actualmente se llaman «conectados», se corresponde con un texto fechado el 22 de abril de 1933, sobre el que el Grupo Synthesis publicó un trabajo titulado Edward Bach en Marlow Bucks .

Podemos imaginar, imaginemos, a Bach sentado en un recodo del sendero de Marlow-on-Thames, reflexionando: «Dios, ¿qué es lo que no entiendo?, ¿qué no sé ver? Algo en mi dice que en total deben ser diecinueve porque éste es el símbolo del sol, del oro, de la piedra Filosofal de la Gran Obra – El Trabajo que le he entregado es la Gran Obra, es la Obra de Dios…, escribiría a Daniel poco antes de morir- y porque retorna al Uno, a Ti. Pero Señor, si deben ser diecinueve me faltan siete, y ya lo probé todo con el siete: símbolo de perfección, y siete son los sacramentos; siete los dones del Espíritu Santo ; siete los orificios con los que diseñaste la cara humana y siete cabezas la altura del cuerpo perfecto; siete los pecados capitales ; siete las palabras de Jesús en la cruz , siete los demonios que habían salido de María, la que se llamaba Magdalena, y en nuestra escuela son siete los peldaños de la escalera de Jacob; si mi corazón me dice que faltan siete, es que así debe ser, pero ¿cómo?

En medio de estas cavilaciones, Bach se replantea la cuestión. Imaginemos, ¿y si no fueran siete, así, siete, sino cuatro y tres, como cuatro y tres son las siete virtudes: cuatro de cardinales y tres de teologales , y cuatro y tres son los ruegos del Padre Nuestro ? O tal vez tres y cuatro. ¿Por dónde seguir? Tres es la totalidad; el siempre tiempo: el pasado, el presente y el futuro; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; el Brahma, el Shiva y el Vishnú para nuestros hermanos de la Índia; tres fueron las tentaciones de Jesús en el desierto, y tres los árboles en el Paraíso . El cuatro, por otro lado, simboliza el mundo y la materia; el norte, el sur, el este y el oeste; cuatro los Evangelistas; cuatro los ríos del Paraíso ; y cuatro son los elementos: fuego, tierra, aire y agua. ¿Por dónde seguir?

Y Bach se rinde y se cobija en lo único que tiene, la Fe, ahora teñida de desesperanza. Alguien, mucho antes, había escrito «De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra, sólo la sed nos alumbra»(Juan de la Cruz).

Era el año 1933, y estos acontecimientos sucedían, de acuerdo a lo escrito por Nora, en la proximidad de la Pascua de Resurrección.

Podemos acercarnos a Bach abandonando sus pensamientos y sumergiéndose, en búsqueda de consuelo, en las lecturas de este periodo donde abundan las que corresponden al Éxodo; quizás estaba leyendo: «Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema (Éxodo 3, 2-3)».

Bach, rendido, se ha abandonado a las lecturas. Y así, en este momento de paz y reposo, sucedió algo impresionante, ¿saben qué fue? Lo que Bach no encontraba le encontró a él, pero dejemos que el propio Bach nos lo cuente: «… al instante me fijé en un arbusto de gorse lleno de flor que había a mi lado, y pensé “¡Qué hermoso!”. No lo había visto antes, pero entonces pensé en un maravilloso paisaje de páramos cubiertos por este llameante arbusto.

Éste fue el primero de nuestros Cuatro Ayudantes .

En el mensaje que anteriormente se mencionó, Bach escribió: «No busquen la solución de sus dificultades en el mundo… El conocimiento que se busca para ayudar a los demás otorga, como si dijéramos, el derecho a ese conocimiento… El conocimiento interior viene sin esfuerzo en los momentos inesperados de paz y reposo o cuando la mente está ocupada en otras cosas. «Buscad y encontraréis «.

Llameante arbusto, representación del fuego; uno de los cuatro elementos; ¡ya está, debe ser eso!, y con Gorse se renovó el entusiasmo: «Me levanté y fui directamente hacia una mujer que conocía, egocéntrica y totalmente mundana, y le dije, “¿Cuál piensa usted que es el paisaje más hermoso del mundo?”. ¿”Ha visto alguna vez algo que le haga pensar que es posible que Dios exista?”. Ella contestó sin vacilar: “Si, las montañas cubiertas de heather”.

Y entonces se encontró el segundo de nuestros Ayudantes «.

Más tarde le explicaría a su amigo el doctor Wheeler: Para muchas personas, desde luego, esto no significaría nada, pero para ti, lo sé, esto muestra la manera como trabaja la Hermandad Blanca entre nosotros, no por milagros, ni por apariciones, sino conduciéndonos precisamente, si estamos dispuestos a dejarnos conducir, por los asuntos cotidianos .»

Ya estaban el fuego y el aire, faltaban la tierra y el agua. Se acordó de la experiencia que había tenido con un árbol, un árbol de los que más se enraizan en la tierra, el que cobija la mayor diversidad de vida, considerado sagrado por los druidas y templo de la Madre Naturaleza. Respecto a este árbol escribió: «Un día, no hace mucho tiempo, un hombre estaba estudiando frente a un roble en un antiguo parque, en Surrey, y oyó lo que el roble pensaba «.

Oak correspondería a la tierra, y finalmente Rock Water al agua. ¡Cuántos bosques de robles y pozos sagrados había visitado en sus viajes a Gales!

Más adelante, escribiría: «Los Cuatro Ayudantes eran la fe en un mundo mejor que esperaban lograr algún día, ahora reflejada en el arbusto ardiente de Gorse. La perseverancia de Oak que desafía todas las tempestades, ofreciendo refugio y apoyo a los más débiles. La buena disposición para servir de Heather, feliz de cubrir con su simple belleza los áridos espacios azotados por el viento, y el puro manantial que surge de las rocas, aportando claridad y refresco a los cansados y heridos tras la batalla «.

Este párrafo nos vuelve a hablar del Éxodo: Gorse: la zarza ardiente del monte Horeb, Heather: la actitud de servicio de Moisés, Oak: la perseverancia del pueblo de Israel durante sus cuarenta años de travesía, y Rock Water: el agua que brotó de la roca que Moisés golpeó dos veces con su báculo (Números 20: 11); agua que aportará claridad y refresco a los cansados y heridos tras la batalla, batalla ya anunciada cuando tiempo antes había escrito: «Después llega el momento decisivo: el nacimiento del deseo de servir a los demás, y entonces comienza la batalla .

Prosigamos con Nora: «Bach había encontrado cuatro remedios de la nueva serie, Gorse, Oak, Heather y Rock Water. Aunque consideraba necesario encontrar los tres restantes para completar la serie, decidió publicar sus descubrimientos y Comenzó a escribir el manuscrito de Los Doce Curadores y los Cuatro Ayudantes. Fue publicado el 28 de septiembre de 1933.

Bach sigue buscando y buscando, y recurre a todo lo que cree que le puede ayudar. Así en una carta del 4 de diciembre de 1933, desde Cromer, Nora Weeks escribe a C.W. Daniel en los siguientes términos: «Ruego tenga la amabilidad de enviar al Dr. Edward Bach, a la dirección arriba indicada, un ejemplar de “La Sabiduría de Confucio” de M. M. Dawson Ltd».

Nora nos dice que «Bach ya sabía con claridad qué plantas serían necesarias para preparar los tres remedios restantes, para curar los estados mentales que faltaban».

Visto así, y otra vez, qué fácil y que normal, ¿verdad? Bach sabía que eran tres, cierto, pero ¿qué tres podían ser?, porque las que el corazón le decía comportaban otra rectificación como veremos enseguida. Tiempo atrás había escrito: «Esta no es la curación del «No debes”, sino la del «Benditos los que» , haciendo alusión al paso que intuía estaba dando con su sistema de tratamiento de lo antiguo a lo nuevo, de los Mandamientos y obligaciones del Antiguo Testamento a las Bienaventuranzas y Bendiciones del Nuevo Testamento, como del agua al vino en las Bodas de Caná. Si esto era así, debía pasar del cuatro de la materia al tres de la espiritualidad, y en nuestro mundo esto podía representarse por los tres elementos sacramentales: el pan, el vino y el aceite. Pero se trataba de tres alimentos, que aunque sagrados, no dejaban de ser alimentos y él había escrito refiriéndose a las plantas que no eran adecuadas: «Una segunda clase, en la misma escala relativa que el hombre, las cuales son inofensivas, y se pueden usar como alimento «. Otro golpe, otra rectificación y otra rendición a lo que es, contrapuesta a lo que había imaginado: pan, vino y aceite.

Podía preparar el Wild Oat, pero no el Olive y el Vine, y tuvo que pedir a unos amigos de Suiza e Italia que se los prepararan, pues estaba seguro que eran éstos. En medio de todo esto fallece el padre de Bach.

Wild Oat, la avena silvestre, el cereal, el pan, aunque en este caso no de trigo:

  • • «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. (Lc. 11:3)»
  • • «…mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. (Jn. 6: 32, 33)»
  • • «Yo soy el pan de vida. (Jn. 6: 48)»
  • • ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? (Jn. 7:42)». “Belén, «bêth lehem», casa del pan”.

 

El pan es el alimento sagrado por excelencia en todas las culturas occidentales. Desde las primeras menciones escritas que tenemos, el pan está presente en todas las religiones como un símbolo de culto.

En la simbología católica, todos sabemos de la vinculación del pan con la Eucaristía, pero hay dos aspectos que en el cristianismo primitivo tenían gran importancia:

• su simbología como vínculo de fraternidad;

• su visión como representación material de la transfiguración alquímica.

Continuará…