Las penas en la piel
Autor: Raúl E. Pérez E-mail: errepe02@yahoo.com.ar
Juan hace trece o catorce años que padece Psoriasis. A pesar de haber realizado numerosos tratamientos, no ha podido librarse de ella y, además, con el correr del tiempo se han ido agregando otras molestias: hemorroides, dolores óseos, inflamaciones en la garganta y preocupaciones por su negocio que, en algunas noches, no le permiten conciliar el sueño.
Fuma demasiado, sus estados anímicos son fluctuantes, llegando a veces a “bajonearse” bastante. Reconoce que está hecho “una pila de nervios”, que es muy agresivo, grita y descarga, aunque a veces, se guarda algunas broncas. Es muy apurado y trata de imponer sus opiniones ante los demás. Cuando le pregunto si relaciona con algún suceso de su vida la aparición de la psoriasis, manifiesta no tener idea.
Juan no se explaya mucho en su diálogo conmigo. Se me ocurren varios florales, los cuales no son muy difíciles de deducir, si nos atenemos a su escueta descripción de síntomas.
Por ser la primera entrevista, decido no extender mucho el interrogatorio y prescribo en éste primer encuentro (que sería el único) Rescue Remedy – Holly – Crab Apple – White Chestnut.
Ha concurrido a la consulta en compañía de su esposa, Ana, quién, también, solicita asistencia y la cual estuvo presente durante mi diálogo con Juan, a pesar que no se planteó como terapia de pareja.
Cada uno viene con temas propios, recomendados por Luli, la hermana de Juan, que toma remedios florales y quien me conoció en un curso tiempo atrás.
Ana, es un año menor que su marido, tiene 34 años y manifiesta tener problemas depresivos y psicosomáticos desde hace cinco años y que se originaron a raíz de un “problema familiar”.
Cuando interrogo de la situación específica, se mira con su marido y se dicen: ”contale…..”, “no, contale vos….”. Finalmente, no llegan a un acuerdo y deciden no hablar del tema.
Ana prosigue entonces con la descripción de sus síntomas: angustia, sudoración fría. Fue miedosa desde niña y también muy tímida. Combate estas irrupciones de angustia con un psicofármaco.
Siente dolor en columna y huesos de la cadera, contracturas en cervicales y muchos calambres. Se define como apurada, irritable ante injusticias y vehemente en sus puntos de vista, enojándose con mucha facilidad. Le duele la cabeza, pero lo relaciona con problemas hepáticos. También padece de anemia y ahora han hecho su aparición síntomas alérgicos.
El remedio que toma la deprime y le quita el ritmo. Cuando está triste, llora. Tiene pensamientos preocupantes sobre la gravedad de sus síntomas. Es muy reservada y vergonzosa, dormilona e indecisa, muy fluctuante en sus estados de ánimo y reconoce haber sufrido siempre una gran carencia afectiva.
Ana y Juan tienen dos hijos y trabajan ambos en un negocio propio de venta de calzado, que ahora “no anda muy bien……”.
También en este caso, no resulta complicado arribar a la prescripción de florales.
La primer receta quedó integrada por: Rescue Remedy– Scleranthus – Holly – Crab Apple- White Chestnut.
Les explico a ambos los rasgos a comenzar a trabajar por medio de las esencias y se manifiestan muy interesados y contentos de éstas posibilidades al finalizar la sesión.
Desde esa única entrevista no han vuelto a consultar, a pesar de reconocer que, sobre todo Ana, se sintió muy aliviada.
La clave que se oculta en ésta historia y que permite comprender su sentido, pude obtenerla, algunos días después cuando Lali, la hermana de Juan, quien estaba muy preocupada por las continuas disputas del matrimonio y el alto nivel de agresión que había entre ellos: se entrevista conmigo y me comenta que ella les había recomendado la terapia floral, fundamentalmente para resolver los temas inherentes a la pareja y que se sorprendió cuando al preguntarles a ambos si plantearon éstas dificultades, éstos le contestaron que habían hablado solamente de sus problemáticas individuales y que se sentían muy contentos con el resultado de la primera entrevista.
Hace 5 años, Ana había conocido a un hombre y mantuvo con éste una relación paralela, de la cual su marido se enteró, generándose ese “problema familiar”, del cual se negaron a hablar pero que esbozaron.
Juan siempre fue muy agresivo y es de comprender que en ese entonces su rabia se incrementó. Si bien ya hacia varios años que padecía de psoriasis, en esa situación se brotó todo, al mismo tiempo que sus celos lo obsesionaban y lo siguen haciendo desde ese instante.
A partir de aquel momento, las agresiones hacia Ana, verbales y a veces físicas, se hicieron rutina. Además, comenzó a ejercer una especie de control policial sobre todos los movimientos que realizaba su mujer, aunque ésta fuera a realizar las compras cotidianas.
Si Ana deseaba ir a la peluquería, por ejemplo, Lali era la encargada de acompañarla por orden de Juan. Esta situación se mantenía hasta el día de la consulta y a pesar del “costo”, expresado en los múltiples síntomas de ambos, no se planteaban la separación, ni querían hablar en voz alta del tema.
Es éste un caso interesante de una patología de pareja perfectamente complementada en la simbiosis que ambos tienen.
Juan, saca todo su odio y el rencor acumulado, ya que vive reprochando permanentemente el episodio a Ana, humillándola. Se le inflama la garganta de tanto odio. Esta emoción es tan fuerte que se expresa en otros canales psicosomáticos: sus hemorroides, los dolores óseos y en especial la psoriasis que cumple un doble sentido: por un lado expresa el dolor de su narcisismo herido: “las penas en la piel”, y por otro, forman una capa protectora, aislante, ante las “agresiones injustas”, de la vida, y de lo que le “hizo a él”, su mujer.
A pesar de todo su potencial agresivo, el cual sale en gran medida al exterior en sus reproches, quejas y castigos; hay una gran parte que no emerge, permaneciendo reprimido, siendo este remanente el generador de los síntomas ya descriptos.
Para colmo, unos días antes de concurrir a la entrevista, los celos de Juan tuvieron un nuevo motivo para estallar: se enteró que el hombre con el cual su mujer vivió el affaire, se mudó a cinco cuadras de su casa.
Los síntomas de Ana son ahora muy comprensibles: soporta ese aluvión de odio, celos y reproches que la hacen replegar intensamente, en un intento de refugiarse – si pudiera – en una figura protectora como su madre, a la cual perdió siendo muy pequeña.
Ante esas carencias, la depresión es inevitable, el sometimiento pasivo a ésta situación le genera mucha rabia y si bien parte de ella puede expresarla, el odio de Juan es más fuerte y termina imponiéndose. Es por ello que su cuerpo acusa el impacto: contracturas, dolores, calambres, miedos y alergias (no hay una figura protectora, nutricia, que le brinde apoyo).
Su autoestima está muy debilitada para brindarle auxilio y por último, en lo más profundo de su ser, se siente culpable por haber sido “descubierta”.
Pero tanto sufrimiento tiene su lado “bueno”. Cuando Ana se deprime mucho y los psicofármacos no alcanzan a mejorarla, Juan se preocupa por los padecimientos de su mujer y cede un poco en sus ataques, porque al fin y al cabo él, también, tiene su culpa escondida en un rincón del alma.
Por otro lado, él no quiere separarse; pero cuando se acuerda de lo que Ana le hizo, vuelve al ataque y así la historia termina y vuelve a empezar, interminablemente.
Ambos se regulan mutuamente con sus síntomas.
De ésta manera seguirán juntos, quien sabe por cuanto tiempo, si total, “peleas hay en todas las parejas”.