Lo que el cuerpo y la emoción padecen, es lo que el espíritu tiene que aprender
Era época de lluvias. Me dirigía hacia mi casa en medio de una fuerte tormenta y al llegar y aparcar el coche pensé ¡le va a entrar agua y tengo demasiadas cosas adentro! Así que decidí resguardarlo debajo de un tejadito que hacía las veces de cochera. A media noche me despertó un fuerte ruido. Pensé en un derrumbe en la montaña, esperé un rato y al no oír ninguna voz humana me volví a dormir
Al amanecer salí para ver que es lo que había ocasionado el alboroto nocturno y encontré a mi coche sepultado bajo un montón de escombros. De golpe aprendí que «un techo te puede cobijar, pero también te puede aplastar».
Este acontecimiento se instaló en mi vida como un Koam. Podía aplicarlo a muchas situaciones y comencé a viajar a lomos de la dualidad. A cada paso que daba me preguntaba ¿Es mejor esto o aquello? ¿Es bueno o es malo? ¿Es mejor que los síntomas salgan a la luz o que la vida fluya como que no pasa nada? Es más feliz quién se cree sano o quien esta pasando por la enfermedad?
En mi trabajo como terapeuta me enfrenta diariamente a este dilema. A su ritmo lo que en un inicio era una verdad incuestionable “tenemos que estar sanos y felices” comenzó a resquebrajarse. Empecé a ponerla en duda esta creencia, a ver que lo que llamaba “verdad” “ bueno” era nada mas que una interpretación limitada de la realidad, como una pequeña parte de un todo, como el peldaño de una infinita escalera, pero nunca la escalera en si.
En la Terapia Floral iniciamos el estudio con una dicotomía: cuerpo-emoción. La enfermedad no tiene su origen en el cuerpo, sino en la emoción, y corrigiendo o balanceando la emoción distorsionada logramos sanar. Entonces los terapeutas nos convertimos en Sherlock Holmes. Con tremenda lupa en mano nos dedicamos a buscar en los remolinos de la mente cual es la emoción camuflada, escondida, atrapada, negada, ignorada, confundida, distorsionada, encabronada y, una vez localizada, le damos unas esencias poderosas, luminosas, como en realidad lo son, y curamos al paciente y todos felices, por los siglos de los siglos….. hasta la siguiente crisis, o tropiezo, o jueguito emocional. .!Nel pastel!…como diría mi hijito. Algo me hace pensar que esto, también, es algo limitado, parte del camino, pero que le falta una visión más amplia y el enfocar la «curación» en un aspecto mas profundo y sagrado para que esta palabra cumpla con su valor.
Algo me dice, que si seguimos viendo «la terapia floral», como la desaparición de síntomas físicos y emocionales, nos quedamos colgados y agarrados a la brocha, pensando que «ser sano» significa no tener dolor, ni enfermedad, ni síntomas corporales, ni afectivos La enfermedad no existe para hacerle el juego a la salud, “a ver quien sale victorioso“, sino que es parte de un gran plan consciente para dar un salto cualitativo y dimensional y aplicar «la ley del 3» o «la ley del uno», que es la misma, que el dilema no es «Ser Sano» «Ser Enfermo», sino SER.
Edward Bach, creador de la terapia floral, hombre científico y místico, hablo siempre del Ser Superior o Alma, pero la mayoría nos quedamos en el juego dual de que la «enfermedad no esta en el cuerpo, sino en la emoción, y nos inclinamos hacia un lado de la dualidad «sanar la emoción». Pero que es al cabo de todo la emoción, sino otro plano de proyección del Ser
El verdadero reto del terapeuta no consiste en «descubrir emociones y neutralizarlas con la virtud correspondiente», sino comenzar a subir la escalera de la evolución y recordarnos que tenemos la tarea de llegar un poco mas allá, mucho mas allá, acercarnos a eso que pudiéramos llamar, “coherencia”. Entrar en la maravillosa aventura de la búsqueda del sentido, utilizar todo lo que nos sucede (bueno o malo, placentero o doloroso), para descubrir nuestro verdadero Ser… la causa profunda de toda manifestación…
Una vez un maestro me preguntaba.¿Qué es la vida? Respondí: una película en la que puedo elegir filmar las escenas más horripilantes o las más sublimes y después de hacerlo, dejar las imágenes impresas por vidas y vidas o decidir filmar encima otras que borren las anteriores… ¿Qué es lo importante? volvía a preguntar el maestro. Pues, grabar escenas maravillosas, divertidas, bellas, elevadas, armónicas… Creo, me respondió, que pasas por alto un detalle: la luz. Tanto para filmar, como para proyectar, como para borrar y volver a filmar necesitarías siempre LUZ.
Ese pequeño detalle es el que tenemos que recordar los terapeutas florales y el punto hacia donde tenemos que encaminar la terapia floral para hacerla una verdadera herramienta de curación. !Poder ver la luz que esta detrás de toda manifestación, física o emocional, tener el compromiso de ir a través de las apariencias, de las dualidades, del dolor o el placer… El dolor, por molesto y terrible que sea, por emocional o físico que sea, de la manera brutal en la que puede aparecer en nuestras vidas es, sin embargo, LUZ... A veces, no hay que quitarlo, sino vivirlo a tope para descubrir su verdadera naturaleza.
Bueno, posiblemente este también sea otro peldaño mas de la escalera.
Un abrazo a todos.