Los amores de esta vida y el amor de las vidas
Por Eduardo H. Grecco
Cada uno de nosotros va recorriendo la vida en un proceso de evolución. El alma guía nuestro trabajo de aprendizaje hacia la realización de su destino y en ese recorrido los otros con quienes nos encontramos son el instrumento mediante el cual descubrimos lo que ignorado mora en nuestra sombra. Así como el cuerpo es el pivote de nuestra existencia, la coexistencia es el pivote de la evolución. Nadie puede crecer en soledad, las relaciones son inherentes a la naturaleza misma de la vida. De manera que cada encuentro es una oportunidad de avanzar un paso más.
Pero, no hay nada casual en los encuentros. Aún en aquellos que parecen insignificantes y sin importancia, aún en ellos, hay algo que podemos aprender, hay siempre una razón del alma para que ocurran. Es que el otro siempre nos devuelve, como espejo, el darnos cuenta de la madera que esta hecha nuestra alma. Entonces, podemos decir que habitamos en los encuentros, que los encuentros no los elegimos sino que nos suceden y que, de alguna manera, a través de ellos habla la voz del alma. ¿Nos abrimos a esta experiencia? ¿Dejamos que fluya en nuestra vida la energía de gravedad de las relaciones?
Si redujéramos a su esencia las diferentes modalidades de relaciones podríamos apreciar que los seres humanos estamos guiados por dos fuerzas fundamentales: la separatividad y la unión. La primera es expresión de la búsqueda del poder, es la que forja fronteras, aísla y pretende dominar, la segunda, es manifestación del amor, es la que fomenta el abrazo solidario y la entrega plena sin condiciones.
Esta relación de amor es la que nos lleva a la experiencia de completud.