Los Doce Curadores. Reflexiones Parte III
Autor: Eduardo H. Grecco
email: eduardohoraciogrecco@gmail.com
¿Qué se entiende por personalidad en el campo floral? ¿Cuál era la idea de personalidad que Bach tenía? ¿Son las personalidades florales temples emocionales? Decimos: estructuras emocionales pero, ¿Qué concepto de emoción tenía Bach? En fin, existen una serie de deudas teóricas que es necesario saldar antes de seguir enmarañándose en una discusión que es más resultado del “pequeño narcisismo” que de una realidad objetiva. Por lo tanto, demos un paso más hacia delante.
Volvamos a una cita de Bach: «Las faltas de nuestra naturaleza están expresadas por doce diferentes estados de ánimo, cada uno de los cuales tiene una hierba correspondiente que restablece nuestra salud». Tal como se desprende de varios textos de Bach, las faltas (defectos, fallas, errores) están inscriptas en el alma y son las imperfecciones que debemos corregir a lo largo del camino de evolución. Pero, como tales, ellas no se manifiestan directamente sino que hablan por intermedio de los “estados del ánimo”. De manera que, los afectos -que son estados, esto es, posiciones existenciales- dan a conocer en su lenguaje las demandas del Alma. Demandas de aprendizaje, demandas de experiencia. Esto implica que, cuando centramos nuestra atención en los afectos, estamos poniendo énfasis en la estructura expresiva de las heridas del Alma (defectos).
Ahora bien, la personalidad es, para Bach, una construcción emocional del Alma, algo muy semejante al temple emocional de los antiguos griegos de la Medicina Hipocrática, es decir, una forma permanente de ver la realidad y reaccionar ante ella, de buscar seguridad, protección y sostén, de comunicarse, de amar y necesitar ser amado. De modo que, personalidad y estructura emocional son términos ligados solidariamente pero que ocupan comprensiones diferentes.
Para Bach, solo habría doce temples emocionales, cada uno de ellos con estructuras afectivas propias y, en este plano, si es posible pensar los 38 remedios de Bach como estructuras emocionales equivalentes entre sí. Si bien cada persona posee en su interior la totalidad de la rueda de las emociones, que en el exterior está representada por el jardín floral de Bach, cada quién porta un tipo particular de temple emocional, no por opción o historia, sino por determinación del alma. Este temple es el elegido en cada encarnadura (por el Alma) como el más adecuado para realizar la tarea y aprender la lección que el alma, puntualmente necesita en cada ocasión
Para Bach, las distintas ediciones de libros que hizo de sus remedios, siempre llevaron por título fueron Los Doce Curadores, ya fuera que tuviera dieciséis, diecinueve o treinta y ocho Flores. Esto marca la importancia, que para él, poseía este grupo de esencias.
Una esencia floral es algo vivo y dinámico. Una convergencia de información y energía, una configuración de relaciones que ordena los rasgos primordiales que la definen. Este patrón de vida se concreta y encarna en una estructura, emocional y/o de personalidad, que resulta ser la corporización del patrón de vida y desarrolla una actividad esperada en un proceso vital de sanación que, de manera continua, materializa el principio organizador de cada flor.
Como algo vivo, cada esencia se recrea a sí misma, se produce a si misma permanentemente. De modo tal que, el ser y el hacer de cada flor son inseparables y este es su modo específico de organización. Las flores hacen lo que son y son lo que hacen.
Este concepto, que se denomina autopoiesis (autocrearse) es un esquema de red en el que la función de cada parte de una esencia tiene la misión de participar en la producción o transformación de otras partes, de modo tal que, ésta se renueva a si misma constantemente y despliega una capacidad de generar nuevas estructuras emocionales y esquemas de conducta. Esto explica porque las esencias tienen la cualidad de poder aplicarse a formas novedosas de manifestación de un mismo patrón básico sin que pierdan su eficacia y esto las distingue de los remedios alopáticos que son propuestas terapéuticas cerradas y estáticas, incapaces de gestionarse a sí mismas.
Es mucho más lo que queda en el tintero que lo que aquí está puesto en palabras. Hay que seguir pensando floralmente y tratando de llenar los huecos que Bach dejó pendientes. Pero, lo cierto, es que los debates, cuando hacen surgir la llama creativa y constructiva que nos arroja hacia delante, renuevan la esperanza de empresas compartidas.
Cada quien tiene una pieza del rompecabezas y entre todos podemos intentar dar pasos significativos en el crecimiento de la Terapia Floral. Cada uno tiene un saber que hay que acercar a la mesa común, a la común-unión, no sólo del conocimiento o la experiencia, sino, además, del corazón.
Las flores son algo vivo, el agua viva evangélica que nos vivifica, y así como ellas son lo que hacen nosotros deberíamos modelarlas y aplicar a nuestra vida esa regla: somos lo que hacemos. Pero, podemos hacer otra cosa y ser otra cosa. ¿La herramienta para esta transformación? Las esencias florales.
Ahora sí, con todo lo dicho esta semana vamos a zambullirnos en los Doce Curadores, uno por uno.
Eduardo