Los mandalas de las Flores de Bach
La inspiración de crear Los Mandalas de las Flores de Bach, iniciando este camino con “Los Doce Curadores”, surge de un impulso genuino del Alma, desde un llamado a integrar la potencialidad transformadora, de estas dos manifestaciones arquetípicas de la naturaleza: los Mandalas y las Flores. Ambas formas creativas, contienen importantes símbolos, patrones y códigos, cuya información, moviliza un proceso de apertura interior y comunicación con el Ser Esencial, facilitando el despertar de nuestra Conciencia.
Dentro del Sistema de las treinta y ocho esencias florales, los Doce Curadores, son las primeras plantas que Bach encuentra, durante su investigación del poder curativo de las flores. Estas doce plantas a su vez, son parte fundamental del descubrimiento que Bach tiene, durante su búsqueda de un medio natural de curación de la enfermedad. En la exploración de cada curador, Bach va develando la directa relación de la naturaleza con el desarrollo espiritual del ser humano, al vislumbrar como cada flor contiene en su esencia, una vibración particular, una fuerza espiritual que reconoce como una Virtud o Cualidad Esencial del Alma.
El Dr. Bach, denomina “Doce Curadores” a estas plantas, por las Doce Cualidades Esenciales que descubre en ellas, postulando que poseen además, una correspondencia sincrónica, con aspectos arquetípicos de la evolución del Espíritu, siendo Doce Lecciones Universales del Alma. Bach las nombró de distintas maneras, ellas son: Amor, Fe, Alegría, Paciencia, Paz, Valentía, Coraje, Amabilidad, Sabiduría, Pasión, Fuerza y Decisión.
Edward Bach, en su búsqueda de una comprensión profunda de la sanación del sufrimiento humano, descubre que las Flores son la manifestación más sublime del Alma de la naturaleza, encarnando en su forma vital, Cualidades Espirituales o Virtudes Esenciales, que vibran una energía curativa de alta frecuencia, capaz de afectar y transformar la conciencia del ser humano, descendiendo estas fuerzas arquetípicas del Yo Espiritual, a la dimensión de la personalidad o Yo inferior.
El poder curativo de las Flores nos abre entonces, a la dimensión consciente de la naturaleza, que nos provee el medio para elevar las vibraciones de nuestro ser, acercándonos a las Cualidades Esenciales del Alma, contenidas en estas nobles esencias. Estas Virtudes; Amor, Sabiduría, Entendimiento, son transmitidas en el agua, como energía y luz, que en su estructura molecular, son mandalas de sanación que atraviesan la materia, las emociones y la mente, despertando la conexión de nuestra personalidad con el Alma, abriéndonos al camino evolutivo de retornar a la Unidad con todo lo viviente.
Las Esencias Florales por tanto, movilizan un proceso curativo por medio de la activación de estas Cualidades Esenciales, que al emerger, se derraman desde el nivel más elevado del Espíritu, hacia el mundo del Yo inferior. Este proceso de transformación, sucede por medio de la apertura de la Conciencia, del “darse cuenta”, y de la transmutación de patrones emocionales, alquimizando las capas de la personalidad. La energía curativa de las flores de esta forma, transmuta los estados negativos o defectos que nos producen sufrimiento; el apego, miedo o la soledad, en una nueva forma de sentir y relacionarnos con nosotros mismos y el mundo, estado que nace del potencial del Alma, fuente primordial de estas cualidades, que actualizan la experiencia del Amor, en sus distintas manifestaciones.
El Mandala por su parte, es una palabra de origen sánscrito, compuesta por las expresiones manda (esencia) y la (concreción). Significa entonces: la “concreción de la esencia”. El Mandala es una estructura sintética y armónica, que refleja la polaridad del cosmos, en constante relación de expansión y contracción, el macro y microcosmos insertos en la totalidad. Es un diseño concéntrico, donde en el centro, en su núcleo, se encuentra lo esencial, el principio, punto de partida de toda manifestación, de toda creación, donde coexisten fuerzas opuestas, expandiéndose en movimiento hacia el exterior. Cada ser viviente contiene dentro de sí, infinitas de estas formas circulares, que en su sagrada geometría, nos habla de los misterios más profundos de la vida, las matrices desde las cuales se produce la existencia. Desde los átomos hasta las estrellas, pueden ser contenidos en una forma circular, mandálica; una matriz de sustenta toda la creación.
Los Mandalas, contienen símbolos que abren información de la conciencia, más allá del entendimiento de la mente. Son un lenguaje de la naturaleza, una estructura circular viva, con una infinidad de puertas, que facilitan el acceso a la profundidad del Ser, a la integración del Uno, desde el centro al exterior, desde fuera al interior, en una danza de ir y venir, entrar y salir, de la potencialidad pura, a la manifestación de las formas que encarnan la fuerza creativa. Mente, cuerpo y emoción, se unen en la experiencia de contemplar un mandala, crearlo, darle vida y color, permitiendo al Yo fundirse en una comprensión profunda y genuina, de la sincronía que mueve cada circunstancia. Este contacto permite develar e integrar el sentido evolutivo de la vida, y el significado de los elementos que componen nuestra experiencia, desde el despertar de nuestra sabiduría interior.
El Mandala actúa activando el punto central del sí mismo o self, movilizando energéticamente la percepción de la realidad simbólica, afectando el sistema límbico y el hemisferio derecho, desde donde emergen registros emocionales y compresiones más allá de los límites del ego. Este estado permite la integración de las vivencias desde el sentido de trascendencia, accediendo al mundo arquetípico de las formas de la Conciencia. El inconsciente emerge, comunicándose con el Yo Superior, desde donde cada sensación interior, se instala dentro de la perfección de la Totalidad.
Al iniciar la creación de los Mandalas de las Flores de Bach, con los Doce Curadores, damos nacimiento a la búsqueda de plasmar el conocimiento del Dr. Bach, concentrando la vibración que cada curador aporta al desarrollo espiritual, en un gran símbolo mandálico. El proceso creativo involucrado, emerge de la integración del conocimiento de las tradiciones espirituales, la botánica y la plástica. Los Mandalas y las Flores, al integrarse en una unidad creativa, producen una significativa sinergia, que potencia la capacidad de ambas estructuras para movilizar el despertar del mundo interior. Para este propósito, los Mandalas de los 12 Curadores, poseen una matriz común, en la cual, al centro, está ubicada la flor, en toda su dimensión natural, vibrando en su forma y color, la Virtud Esencial que contiene, expresando al mismo tiempo, la polaridad que equilibra en la personalidad, la cual se refleja en las características de la estructura y comportamiento de la planta.
El Mandala de cada Flor, por medio de la síntesis de estas fuerzas, en símbolos, formas y colores, dentro de una matriz creada conscientemente, se transforma en una puerta y sendero, para el encuentro con nuestra naturaleza esencial. El Curador al estar al centro del Mandala, se comunica directamente, con la esencia de quien lo contempla o colorea, produciendo una experiencia trascendente de conexión con ese estado potencial del Alma, esa Cualidad latente, que es llamada a actualizarse en la personalidad. Este proceso involucra sentir la tensión del polo opuesto de la Virtud de la Flor, es decir, el defecto en la personalidad, el cual se encuentra simbolizado, en el círculo concéntrico que rodea a la flor, dándole a la conciencia información de los contenidos inconscientes asociados a este estado negativo a transformar.
La vibración de la flor en el mandala, se potencia y equilibra su polaridad, instalando su fuerza curativa, esta vez de manera sintética, en el círculo concéntrico que sigue al defecto. Símbolos y códigos extraídos de su estructura e información, evocan las emociones y estados vinculados a las cualidades de cada arquetipo floral. El Mandala de cada Curador es completado por el círculo concéntrico exterior, el cual representa el elemento de la naturaleza, involucrado en la actualización de cada Virtud. Este elemento, expresa la energía movilizada en la conciencia, durante el proceso curativo de la personalidad; Agua, Tierra, Fuego y Aire, acompañan el movimiento de estas fuerzas arquetípicas, en la danza alquímica que sucede en el interior.
En síntesis, los Mandalas de los Doce Curadores, están contenidos por una matriz que va desde su núcleo hacia el exterior, expandiendo la vibración energética y espiritual de cada Flor. Esto sucede en un orden concéntrico, desde la ilustración botánica de la planta al interior, seguido por el defecto que sana, y que conduce a la exteriorización de la virtud, y al elemento movilizado en esta transformación.
De esta forma, la persona que contempla o colorea un Mandala de los Doce Curadores, experimenta en forma espontánea, la emergencia de sensaciones, emociones y estados mentales, vinculados a la tensión de la polaridad entre la Virtud del Curador y el defecto de la personalidad. En esta vivencia, atraviesa un viaje que se desplaza, desde la apertura del inconsciente y los aspectos de su sombra, hasta elevados entendimientos de las experiencias y dolores propios de la herida a sanar, o de la lección a desarrollar. Este estado de apertura, es facilitado por la capacidad del mandala de conectar con la profundidad del Self, permitiendo un proceso de comprensión e integración de la dualidad, al aperturarse la Conciencia a un nivel de entendimiento mayor, que disuelve el juicio y la separación, hasta facilitar la Unidad del Yo.
Los Mandalas de los Doce Curadores de Bach, nos invitan a una experiencia que se asoma mágicamente, en el contacto con cada uno ellos. Su presencia vibrante, abre un espacio donde se comunican e interactúan energías y fuerzas, en un diálogo directo entre la naturaleza del Espíritu y la dimensión humana del cuerpo y las emociones. En este lugar, los contenidos de la mente se disuelven, vaciándose el ruido del pensamiento, hasta silenciarse, y dar paso en la Conciencia, a la expresión de la Inteligencia Universal.
Los Mandalas y las Flores, son dos caminos hacia el despertar de lo Esencial, que catalizan el contacto con nuestras polaridades y su integración. Ambos se han unido en esta creación, para recordarnos quiénes somos y el sentido de la vida. Crecer y evolucionar, activar las fuerzas más profundas del Espíritu, elevar nuestra capacidad de Amar y de honrar la vida que somos, divinizar la materia y nuestra humanidad, para vibrar al unísono con el infinito misterio de la Creación.