“… mi amor no fue suficientemente fuerte”
(Dedicado a mi amigo Rafael)
No se preocupen por la cantidad de datos que, inevitablemente, debo incluir, ya verán como al final recuerdan todo lo necesario que se desprende de ellos.
Son varias las referencias que el doctor Bach hace al amor en sus escritos, pero son pocas las que tienen que ver con lo que podríamos denominar «amor de tú a tú», es decir, el amor en las relaciones, y por ello también los encuentros y desencuentros que se pueden derivar. Tampoco se ha encontrado ningún texto en el que Bach haga referencia a la sexualidad.
Veamos un par de citas por ser las más significativas para el tema que nos ocupa:
El amor que da libertad es el gran amor que más estrechamente une. Libérate a Ti mismo, 1932, capítulo X
Lo que llamamos «el amor» es una combinación de codicia (y miedo), es decir, el deseo de más y el temor a perderlo. Por lo tanto lo que llamamos «amor» debe ser ignorancia. El amor verdadero debe estar infinitamente por encima de nuestra comprensión ordinaria, algo enorme, el olvido completo del “sí mismo”, la pérdida de la individualidad en la Unidad, la absorción de la personalidad en el Todo. Así pues, parece que el amor está verdaderamente opuesto al “sí mismo”. 13 de diciembre de 1933
De ésta última cita es importante recordar la fecha: 13 de diciembre de 1933.
Puesto que el doctor Bach no dice nada respecto a su vida afectiva, para hacer una investigación sobre sus posibles encuentros y desencuentros, inevitablemente tenemos que recurrir a otros escritos para ver qué es lo que podemos encontrar. Hagamos, en primer lugar, un poco de historia basándonos en lo que documentalmente sabemos.
Edward Bach contrae matrimonio con Gwendoline Caiger (1888 – 1917) el 14 de enero de 1913. Curiosamente desea prestar servicio en la primera Guerra Mundial de 1914, pero no es admitido a causa de su estado de salud. ¿Cómo debería ser su relación con Gwendoline para desear prestar servicio en la guerra después de un año de casarse? Gwendoline fallece el 5 de abril de 1917.
Poco más de un año antes de que falleciera Gwendoline, el 13 de enero de 1916, Bach es padre de una niña, Evelyn, siendo la madre Emmeline Jane Kitty Light (1890 – 1973), con quien se casará el 2 de mayo de 1917, un mes después de enviudar de Gwendoline. Parece ser que Bach y Emmeline se separaron formalmente en 1922. ¿Cómo debería ser su relación con Emmeline para que dos meses después de casarse, la autorización para operar a Bach de la grave hemorragia la firmaran sus padres?
Entre 1922 y 1924 aparece en escena Nora Weeks (16.07.1896 – 29.01.1978). Ella trabajaba para varios médicos, unos con consulta en Parck Crescent y otros en Harley Street, y hay que recordar que Bach tenía un laboratorio en Parck Crescent y la consulta en Harley Street. Con posterioridad, no podemos fijar exactamente cuando, aparecerá Mary Tabor, que si bien se hace difícil saber cuando se conocieron, cada vez parece estar más claro que fue en una ermita de un pueblecito galés llamado Pwllheli.
Hemos visto lo que podemos considerar desencuentros de Bach, primero con Gwendoline, y después con Emmeline. ¿Es lógico preguntarnos si también hubo desencuentros con Nora o con Mary? Si hay información que pudiera explicarlo documentalmente, no se dispone públicamente de ella, pero podemos averiguar algo al respecto, y cada uno deberá ir sacando sus propias conclusiones, aunque quizás al final les podré ayudar un poco.
Puesto que como he comentado, en los escritos de Bach no hay nada que nos lo aclare, vamos a recurrir al libro Los Descubrimientos de Edward Bach, de Nora Weeks, a alguna que otra carta publicada, al denominado Archivo Daniel y al libro Fiel a Ti Mismo, de Mary Tabor.
Los personajes que aparecerán en la escena son: Edward Bach, Nora Weeks, Víctor Bullen, Mary Tabor y C.W. Daniel, el editor de Edward Bach, y los lugares más significativos: Mount Vernon, residencia de Nora Weeks, y Wellsprings, residencia de Mary Tabor.
Veamos: desde el 4 de diciembre de 1933 (¿recuerdan el texto que hemos visto anteriormente del 13 de diciembre de 1933 en el que Bach escribió: «…lo que llamamos «amor» debe ser «ignorancia»?, hasta el 23 de octubre de 1936, no hay ninguna carta de Nora (parece que es una carta encaminada a llamar la atención de Daniel, y lo mismo hace Víctor Bullen). En total un periodo aproximado de tres años. ¿Dónde estaba o qué papel desempeñaba Nora durante todo este tiempo? Sí aparece, en una especie de añadido, la firma de Nora juntamente con la de Víctor, en una carta de Bach dirigida a Daniel el 13 de noviembre de 1935, respecto a un asunto de un plagio de un folleto publicado por Bach, ¡pero desde Wellsprings, la residencia de Mary Tabor!, y además encima de las firmas se añadió: «En representación, uno de nuestros varios equipos». «¿Cuántos equipos había?»
En una carta del 14 de marzo de 1934, Bach comunica a Daniel que deja Cromer, y se instala en Surrey. Recordemos que Nora nos cuenta en su libro que Bach se instala en Mount Vernon en abril de 1934. No obstante, el 9 de junio de 1934, dos meses después de la fecha citada por Nora, Bach comunica a Daniel que ya tiene preparada una nueva edición de Los Doce Curadores, la que será Los Doce Curadores y los Siete Ayudantes, y le comunica su nueva dirección: The Lamb Hotel, en Wallingford, no Mount Vernon, como sería de esperar según lo escrito por Nora. Siguen las cartas respecto a esta dirección hasta el 22 de julio de 1934, a excepción de una dirigida a Mount Vernon por parte de los Reales Jardines Botánicos, fechada el 25 de junio de 1934. (¿Por qué no estaba Bach en Mount Vernon?)
Es el 2 de agosto de 1934 que aparece la primera carta desde Mount Vernon. Probablemente ya está instalado ahí, pero recordemos, sin cartas de Nora.
El 28 de enero de 1935 tenemos la primera carta, manuscrita, de Mary Tabor, y firmada por Bach, pero ¡desde Mount Vernon!, la residencia de Nora y no desde Wellsprings, la residencia de Mary, y que lleva a preguntarnos qué papel desempeñaban una y otra en el trabajo y la vida de Bach. La primera carta desde Wellsprings es del 24 de septiembre de 1935, después de que Bach ya hubiera encontrado los diecinueve últimos remedios, ya que según Nora, Bach preparó el primero de ellos en marzo de 1935, y el último en agosto del mismo año. ¿Dónde residía Bach durante todo este tiempo? ¿Dónde estaba Nora, o cuál era su implicación, si las cartas desde Mount Vernon estaban firmadas por Bach o por Mary Tabor?
Veamos ahora algunas citas, correspondientes a toda esta época, en el libro Los Descubrimientos del Dr. Edward Bach, escrito por Nora Weeks:
Los descubrimientos de Edward Bach
Unos días antes de descubrir cada uno de ellos (remedios) él mismo sufría el estado mental para el cual era necesario ese remedio concreto y lo sufría en un grado tan intenso que los que estaban con él se asombraban de que fuera posible que un humano sufriera tanto y mantuviera la cordura;… (Observemos la impersonalidad de la frase «los que estaban con él» ¿Nora no estaba?)
…
…a veces no podía estar de pie, ni tan siquiera estar sentado cómodamente, nunca descansaba ni se excusaba a sí mismo. Siguió visitando a sus pacientes, ocupándose de su correspondencia y buscando los nuevos remedios en el campo, a veces a pie o en bicicleta y otras veces, cuando estaba demasiado enfermo para usar las piernas, en coche. (En el libro Fiel a Ti Mismo de Mary Tabor, es donde aparecen «los coches». Marian, es decir, Mary Tabor, conduce. Podemos leer en el capítulo III:
Al cabo de poco un coche aparcó junto a la puerta.
—¡Hola! Es Marian — (dijo Jack.)
…
Durante los seis meses siguientes encontró los dieciocho remedios restantes, (recordar que anteriormente ya había hablado de Cherry Plum) eligió las flores y los brotes tiernos con hojas de once árboles; … (Si bien en el libro de Nora, ésta relata muchos detalles respecto a los diecinueve primeros remedios, no dice nada respecto a los diecinueve últimos, exceptuando Cherry Plum, solamente se limita a nombrarlos). ¿Estaba Nora colaborando con Bach?
…
Aunque el descubrimiento de estos remedios parece muy simple, tan solo los que trabajaban y vivían con él podrían hablar de la determinación y el coraje casi sobrehumanos que necesitaba y poseía para poder soportar estas experiencias. (Otra vez la impersonalidad de la frase «tan solo los que trabajaban y vivían con él».)
…
… durante los partidos de fútbol en el campo que prestaba al club, siempre se le veía con una sonrisa y una palabra alegre para todo el mundo. (Probablemente se trata de un campo situado detrás de la casa Wellsprings)
El 1 de noviembre de 1936, Bach, sabiendo cercana su muerte, le remite a Daniel una carta de despedida, desde Mount Vernon. Menciono algunos párrafos de esta carta porque a pesar de todo lo que hemos visto hasta ahora respecto a la ausencia de Nora, Bach habla de ella en los siguientes términos:
«Lo importante es, si hubiera beneficios de las ventas de los libros a mí atribuidos, los envíe a la señorita Nora Grey Weeks, por el momento a la dirección mencionada arriba.
Ella ha sido mi compañera de trabajo durante muchos años y puede asesorarlo acerca del mismo, en caso de cualquier dificultad. Me ha ayudado a recolectar las hierbas, ha estudiado conmigo sus características y sabe todo lo que yo sé sobre ellas.»
Analizar detenidamente estos dos párrafos sería materia para otra ocasión, pero quiero mencionarlos aquí para que nadie crea que omito información, aunque ésta parezca ir en contra de lo que pretendo mostrar.
Al margen de ésta, siguen las cartas de Bach desde Wellsprings.
Bach se asegura de que su voluntad se cumpla, y el día 3 del mismo mes vuelve a escribir a Daniel y le dice:
«Estimado señor Daniel:
Con respecto a los beneficios de mis publicaciones, en caso de fallecer dejo los mismos a la señorita Nora Grey Weeks.
Con este propósito, para que se ocupen de ello, estoy enviando mi última voluntad a mis abogados, los Sres. G. y G. Keith en la calle Southampton, 18, en Londres W.C.»
El 29 de noviembre de 1936 Nora Weeks comunica a Daniel el fallecimiento de Bach, desde Mount Vernon.
El 3 de diciembre, el día siguiente al entierro, Mary escribe a Daniel agradeciéndole el pésame, desde Wellsprings.
Podemos observar en el certificado de defunción la anotación «médico de Wellsprings» y que la declarante es R. M. Tabor. En la inscripción del entierro figura como domicilio Mount Vernon. ¿Fue la misma persona quién hizo estas dos declaraciones?
El 7 de diciembre de 1936, Nora remite a Daniel el texto de la introducción para la próxima edición de Los Doce Curadores. ¿A qué se debe esta prisa?, ¿se trataba de mantener el contacto con Daniel?, porque si la primera edición era del 24 de septiembre de 1936 podemos suponer que aún faltaba mucho para la siguiente edición. Efectivamente ésta no tuvo lugar hasta 1941, cinco años más tarde.
A pesar de todo, Daniel mantiene la correspondencia con Mary y no con Nora, e incluso las confunde, siendo la última carta de Mary, de la que tenemos constancia, del 8 de diciembre de 1936.
Llegados a este punto nos podemos preguntar dónde estaba cada una de ellas, Nora y Mary, y también ¿quién acompañó a Bach cuando iba buscando los diecinueve últimos remedios?, y aunque nos podríamos preguntar bastantes cosas más, lo que ahora nos ocupa es si hubo o no desencuentro entre Bach y Nora Weeks.
He mencionado que una de las fuentes de información podría ser el libro Fiel a Ti Mismo de Mary Tabor. Este libro no se reeditó por expreso deseo de Nora Weeks según consta en una carta del 9 de agosto de 1973, ¿por qué razón? Por otro lado, si tenemos en cuenta que en esta época los libros se vendían o impulsaban principalmente desde Mount Vernon, nos podemos preguntar qué tratamiento se hizo del libro de Mary cuando la primera edición fue en 1938 y no es hasta 1973, treinta y cinco años después, que el editor se plantea una reedición, frente a las ocho ediciones que en esta misma fecha se habían hecho ya del libro de Nora desde 1940, año de la primera edición. De hecho en el primer boletín del Centro Bach, editado en marzo de 1950, se mencionan para la venta todos los libros excepto el de Mary.
Veamos algunos párrafos de Fiel a Ti Mismo:
CAPÍTULO IV
Davidsson (Bach) llegó a primera hora de la tarde. Nadie le oyó llegar; apareció de repente entre los árboles y se sentó silenciosamente en una silla vacía.
En ese momento Jack estaba hablando y no paró. Los que lo conocían sabían que no se debía hacer ningún movimiento que interrumpiera a quien hablaba y los demás no se dieron cuenta de quién era.
Se quedó sentado en silencio mientras escuchaba a Jack, fumando su pipa.
Cuando hubo terminado, Jack dijo:
—Me alegro de verte. —Y haciendo un gesto con la mano—: Ésta es mi familia actual, Davidsson.
(A lo que Davidsson contesta)
—He llegado esta mañana, pero de camino aquí he ido a ver a “La dama de las flores” (Nora Weeks). Espero que la mayoría de vosotros ya la conozcáis o que hayáis oído hablar de ella a Jack y Marian.
Bach a ido a ver, de pasada, a «La dama de las flores». ¿Donde vivía Bach? Parece ser que en Mount Vernon no, aunque conocía perfectamente la casa, su casa, al menos durante algún tiempo, y por ello podía «entrar sin llamar». Así nos lo puede hacer pensar el siguiente párrafo del capítulo XXIII:
«Davidsson cruzó el jardín y se dirigió hacia la puerta trasera de la casa de “La dama de las flores”. Se detuvo un momento cuando vio a la muchacha dentro de la casa y luego entró en la cocina.»
Veamos ahora unos párrafos, de otro capítulo, que creo muy significativos por las palabras que Mary Tabor pone en boca de Davidsson. El primero que habla es un visitante que está viviendo un desencuentro amoroso y que ha ido a conversar con Davidsson:
Capítulo XXII
(en este relato aparecen dos personajes: el visitante – el otro, y el hombre – Davidsson)
—Nos hemos distanciado (dijo el visitante); no podíamos seguir en esas condiciones. Y después, supongo que en parte debido a que no podía soportar las cosas tal como eran y en parte a que pensó que quizás eso me haría recuperar el sentido común, un día se marchó —su cara mostraba señales de un gran sufrimiento mientras relataba lo sucedido.
(El hombre le contestó)
—Y tú lo aceptaste sabiendo que ella sólo podía aprender por sí misma y que sólo ella podía liberarse y aprender a dar libertad. Te conformaste con dejar que hiciera lo que ella quería, en lugar de presionarla. ¡Por Dios! Ha debido ser un tiempo muy duro para ti; pero habrás sufrido de un modo distinto al de la mayoría de las personas. El sufrimiento de presenciar cómo fracasaba un proyecto por dejar escapar la oportunidad cuando se presentó. Pero tú, con tu conocimiento y tu Amor impersonal, que tiene tan poco en cuenta a uno mismo, te habrás dado cuenta de que en algún momento ella saldría adelante y lo conseguiría.
El visitante lo miró y le dijo: —¡Caramba! Cuántas cosas sabes y qué bien me comprendes. ¡Dios mío! Si te hubiera conocido entonces, eso me habría ayudado tanto…
—No —dijo el hombre—. Tú sí que eres fuerte por haber pasado por ello solo. Aunque este amor impersonal es poco frecuente. Es muy difícil, por no decir imposible, para los que todavía no han llegado a comprenderlo —entonces alzó la vista y una sonrisa iluminó su cara—. Pero me alegro de conocerte, es un privilegio —alargó la mano y el otro la estrechó.
—Pero —continuó el otro—, no te lo he contado todo. Ella no dejó escapar la oportunidad —hizo una pausa.
—Aunque estuvo muy cerca de ello —dijo el hombre.
—No, en realidad, no (respondió el visitante). Creo que era más bien mi impaciencia lo que me hacía sentir eso. No, ella ha aprendido tanto. Tu conversación con ella debe haberla ayudado muchísimo; no me ha contado demasiado sobre lo que le dijiste. Pero observó y comprendió y, después de que le abrieras los ojos y de que reconociera la verdad de tus comentarios, según dice, se dio cuenta de lo posesivo que es el amor en todas partes. De cómo algunos viven felizmente casados e ignoran las ataduras que han creado y las acciones furtivas, que ocultan al otro por miedo a la desaprobación y al deseo de dominar que surgiría. Y cuántos no han tenido el valor de liberarse y han vivido una vida llena de frustración.
El hombre asintió con la cabeza.
(El visitante continuó)
—Ella también había notado la actitud general de dominio, posesión y exigencia que se percibía en cada pareja comprometida, y había visto lo diferente que era de nuestra situación o, mejor dicho, de lo que podía haber sido.
—Lo que intentabas que fuera, querrás decir —dijo el hombre.
—Así que ya lo ves (dijo el visitante), en lo más profundo de ella estaba la capacidad de dar realmente Amor y ella… ella… —e hizo una pausa.
—Ella ha vuelto en sí —añadió el hombre.
—Sí, exacto —dijo el otro mientras su cara se iluminaba—. Y, ¡por Dios, ahora es maravillosa! Ahora no permitiría ninguna atadura ni restricción por nada del mundo.
El hombre observó su cara.
—Amigo mío —le dijo—. Te felicito. Ella ha comprendido qué es la libertad y quizás esto sólo haya sido posible gracias al amor. Puedo ver en tu cara lo que sientes.
—Sí —dijo el otro—. Y quiero darte las gracias.
—No tienes que agradecerme nada —dijo él—. Estoy muy contento de que no dejara escapar la oportunidad cuando se presentó. En esto tú has tenido más suerte que yo; no, debería decir, tú lo merecías más.
—¡Oh! —dijo el visitante enseguida—. ¿A ti también te ha pasado?
—Sí, y por esto me alegro tanto por ti. Mi… mi amor no fue suficientemente fuerte para liberarla —dijo él lentamente.
—No, no es exactamente así —insistió el otro—. El tuyo sí era suficientemente fuerte, pero el suyo quizás no. Y tú nunca intentarías retenerla, sabiendo, como tú sabes, que todos debemos seguir nuestro propio camino hasta que estemos preparados para ser fuertes, para ser nosotros mismos y ser independientes.
—Un día —dijo el hombre— en otras circunstancias y otro tiempo, nos encontraremos y ella será maravillosamente justa. Lo he visto en su cara, aunque ella no era consciente de su propia grandeza, de su propia fuerza para conseguir triunfar, de su propia capacidad para ser independiente, de su magnífico Yo. Un día ella lo sabrá. Y —concluyó suavemente, como si hablara consigo mismo— sus manos estarán abiertas; ella no deseará retener nada y por eso sus manos estarán llenas para dar.
El visitante inclinó la cabeza, como si hiciera una reverencia ante ese gran amor impersonal que no pretendía obtener nada para él mismo y luego se marchó silenciosamente de la habitación.
Y el hombre, otra vez, salió a dar un paseo por el parque con su amigo y compañero, esa alma libre en forma de perro, y dio gracias al Gran Arquitecto del Universo de que otra alma hubiera sido capaz de Conocer la Libertad. Ya que hay más alegría en el Cielo por un Alma Libre que por noventa y nueve almas que no conocen la LIBERTAD.
Observemos que Davidsson habla en presente, y podemos preguntarnos ¿a quién se refiere Davidsson, Bach, cuando dice: Mi… mi amor no fue suficientemente fuerte para liberarla?
Unos años antes, en 1931, Bach había escrito:
Desde el momento en que hayamos concedido la completa libertad a todo lo que nos rodea: cuando ya no deseemos más atar y limitar: cuando ya no esperemos nada de nadie: cuando nuestro único pensamiento sea dar y dar y nunca tomar, en ese momento encontraremos que nos hemos liberado de todo el mundo: nuestras ataduras desaparecerán: nuestras cadenas se romperán: y por primera vez en nuestras vidas vamos a conocer la exquisita alegría de la libertad perfecta. Libres de toda restricción humana, dispuestos a servir con alegría solamente a nuestro Yo Superior».
¿Hubo desencuentro entre Edward Bach y Nora Weeks?, ¿por parte de quién? Si lo hubo, ¿cuál fue el papel de Mary Tabor?
Ahora les toca a ustedes, como personas implicadas en la terapia floral, decidir y poner el final a esta historia, y así, aunque sea pasito a pasito, acercarnos cada vez más a un hombre llamado Edward Bach y ponerlo a nuestro lado en lugar de en un pedestal difícil de alcanzar.
Les he dicho que quizás al final podría ayudarles un poco con más pistas para sacar sus conclusiones. A ver si les sirve esta. Se trata de una carta de Mary Tabor a Nora Weeks, recientemente encontrada.
Wellsprings,
Sotwell, Wallingford, Berks.
24 de noviembre de 1936
Estimada Nora:
Nos encontramos en un momento que requiere de nosotras aún mayor entrega. Hemos sido bendecidas con la gracia de un hombre de una naturaleza maravillosa, cuyas dificultades se opacan ante sus virtudes. Ambas sabemos que de un momento a otro dejará este Valle de Sombras y podrá descansar como nunca lo ha hecho en esta tierra.
A pesar del dolor que me causa la próxima y definitiva partida de Edward, me reconforta saber el bienestar que pronto le espera. El ama su Obra y nos corresponde a nosotras que ella permanezca y crezca. Cada una tiene una Misión particular pero las fuerzas de ambas –y tal vez no alcancen- deben aunarse por un bien mayor.
Durante todo el año pasado no ha habido cercanía entre nosotras y aún, con Edward, los tiempos de compartir fueron breves. Él confía en el trabajo que lleva adelante y en su compromiso con su Obra y desde mi corazón deseo que juntas enfrentemos este tiempo de tribulación y mantengamos vivo el regalo por el cual tanto dio.
Voy a acompañar a Edward en estas horas finales. Verlo consumido es triste. Sin embargo, aún en este estado, percibir la grandeza de su alma, tan llena de Cristo, colma la mía.
Wellsprings ha perdido su alegría desde que Edward no está aquí. De todos modos, tanto tú como Víctor tienen un lugar en esta casa.
Cordialmente,
Mary Tabor
Gracias por su atención.