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La vivencia del placer y la reconexión con la vida a través de nuestro cuerpo. (2da Parte)

La vivencia del placer y la reconexión con la vida a través de nuestro cuerpo. (2da Parte)

2 – Reconciliar nuestros desgarros internos. El Carro, el Mundo.

Todo este trabajo con la sombra, nos lleva allí donde debemos estar para nuestro recorrido personal hacia la individuación.

Uno de los lugares al que nos lleva a menudo es al encuentro con nuestras polaridades interiores, con nuestros desgarros y con el derroche de nuestra energía.

El trabajo interior nos lleva a un conflicto entre la realización exterior y toda la fuerza interior que se moviliza.

El trabajo con la sombra, libera nuestra fuerza interior y ello nos empuja a avanzar en la vida por un camino que no conocemos muy bien. A menudo ahí aparecen resistencias.

Es necesario articular dentro de nosotros el mundo exterior y el mundo interior.

Integrar significa que no debemos ver nuestros opuestos como antagónicos sino como complementarios. Mientras los vivimos antagónicamente, usamos toda la energía en esa lucha de opuestos. Lo que nos permite avanzar es armonizarlos, integrar las polaridades y dejar de resistirnos a esa integración.

La tensión entre polaridades es lo que nos hace evolucionar. Mientras no dejamos florecer la sombra, mientras no integramos las polaridades, nos quedamos estancados.

El trabajo pide de nosotros mucha valentía: antes de poder darse la unión, se da la fragmentación, antes de renacer, es necesario morir. La recompensa es la libertad, aprender a ser dueño de su propia vida, crearla.

Las fuerzas contradictorias que nos desgarran interiormente, se relacionan con el ser fiel a sí mismo, más allá de lo que el mundo nos indique, se relacionan con el miedo y la desconfianza, con el apego y el desapego, con el control y el dejar fluir..…

Para poder trabajar en la integración de las polaridades es necesario fortalecer el equilibrio interno. Fortalecer en nosotros mismos y en los pacientes la capacidad de gestionar ese equilibrio interno, la capacidad de no sucumbir a las mareas emocionales. En definitiva, la capacidad de mantener el centro. De ser fieles al llamado del alma.

Una de las cartas con las que asociamos este trabajo de integración es el arcano del carro, que nos habla de la necesidad de integrar fuerzas que vivimos como contradictorias. Al lograrlo, alcanzamos un equilibrio que nos permite avanzar.

El carro simboliza el deseo de avanzar a pesar del miedo a que nos despedacen los antagonismos internos, las fuerzas opuestas. Nos empuja a superar nuestra incapacidad de unir fuerzas contradictorias en nuestras vidas, a integrar el dolor con la alegría.

Individuarse, completar ese proceso de ser fiel a sí mismo, significa integrarse, armonizar interiormente los opuestos. Aprender a vivir en la incertidumbre en vez de en la seguridad, en el fluir en vez de en el control.

Cuando nos reconciliamos con los aspectos que tenemos, pero que no reconocemos que tenemos, como pueden ser nuestra capacidad de equilibrio, de espera, de proporción, la capacidad de sacarnos de encima las máscaras y poder vivir libremente, cuando reconocemos y cultivamos estos aspectos en nosotros mismos, logramos que la sombra ya no sea una dificultad sino un potencial y entonces podemos desarrollar a plenitud nuestro mago interior, que tiene la capacidad de unir, sintetizar, manejar las fuerzas de la naturaleza y que hace que ya no estemos a la expectativa de lo que ocurra, sino que seamos creadores de nuestra propia realidad.

Las oposiciones, las dualidades nunca terminan, son condición humana, pero a través del trabajo corporal y con acompañamiento floral, podemos aprender a vivirlas desde este nuevo lugar en el que soltamos más y más el ego y le damos el timón de nuestras vidas más y más al alma.

No quiero cerrar este apartado sin hablar de una de las integraciones claves en nuestra vida y sin duda en nuestros vínculos. Me refiero a la integración del arquetipo del anima y el animus, lo femenino y lo masculino, lo cual no tiene que ver con la genitalidad, sino con dos maneras de poder ver, pensar, procesar, dos fuerzas de funcionamiento distintas que debemos integrar interiormente.

Eduardo Grecco los define de la siguiente manera:

El animus representa lo masculino, lo penetrante, lo activo. A partir del animus generamos juicios, tenemos espíritu crítico.

Cuando estamos dominados por este arquetipo, nos convertimos en esclavos de la Ley, somos inflexibles, rígidos y podemos llegar a ser injustos y a aislarnos. Cuando nos domina esta energía, no somos capaces de no intervenir en la vida del otro, porque caemos en el lado oscuro del poder. (Grecco, E. Volver a Jung)

Cuando este arquetipo está mal aspectado, se refleja en el cuerpo, en las rigideces corporales, en forma de armaduras. La pelvis suele estar inclinada hacia atrás y es fría

El anima representa lo femenino, lo creativo, lo vidente, lo receptivo, lo pasivo. Es uno de los lados de la adaptación sexual que hace de la necesidad de protección un motivo en su modalidad vincular.

La energía del anima está ligada en la persona a los aspectos nutricios y creativos. El anima es un generador de estados de ánimo, responde a los procesos subjetivos

Cuando estamos dominados por este arquetipo, damos amor para recibirlo, sufrimos miedo al abandono, por tanto creamos relaciones de dependencia, somos posesivos, actuamos como víctimas y somos controladores. (Grecco, E. Volver a Jung)

Cuando este arquetipo está mal aspectado, se refleja en un cuerpo poco desarrollado, con largos músculos delgados y flácidos. Se deja llevar por la debilidad

Ambos arquetipos se manifiestan por igual en hombres y mujeres. Para poder recorrer el camino de la individuación, debemos reconciliar nuestra polaridad natural: el animus con nuestro lado femenino – anima- para las mujeres y el anima con su lado masculino – animus – para los hombres.

¿Cómo hacemos esta integración?

Reconociendo en cada uno de nosotros, aquello que proyectamos en nuestros vínculos, lo cual logramos a partir del trabajo con nuestra sombra. Las dificultades que, un hombre tiene con las mujeres o viceversa, no se sanan sanando en el afuera con las mujeres o con los hombres, sino sanando esa mujer o ese hombre interior que todos tenemos.

En palabras de Jung:

La proyección es (…), un proceso inconsciente, automático, por el cual un contenido inconsciente para el sujeto es transferido a un objeto, de modo que este contenido aparece como perteneciente al objeto. Pero la proyección cesa en el momento en que se hace consciente, es decir, en el momento en que el contenido es visto como perteneciente al sujeto”(Jung, Arquetipos e inconsciente colectivo. P. 83)

La integración del anima y el animus, da lugar a una nueva forma de vincularnos hombres y mujeres. Porque ya no necesitamos actuar esa energía arquetípica, sino que la tenemos a nuestra disposición y ello permite un nuevo modo de relacionarnos en tanto que personas.

Eduardo Grecco lo expresa bellamente en el siguiente texto

Cuando el ánima se muestra, el movimiento de la vida inicia. Su andar es como el agua del río que fluye constante pero que necesita una orilla que le dé cauce. Ese borde es el animus. Movimiento y estructura, poesía y narración, luna y sol, devenir y puerto. El ánima hace que el animus descubra sentido, proceso, ciclo, pulsación, retorno, mientras que, el animus, enseña a su par femenino, finalidad, meta, logros, la belleza monacal de la recta, la partida. El ánima nos une, el animus separa. Ambos movimientos se implican, como el inspirar y el expirar, como diástoles y sístoles. (Volver a Jung. Eduardo Grecco)

En el tarot, la carta del Mundo, hace referencia a esta integración, pues como señala Jung, para ser una persona íntegra, hay que ligar con el otro, para totalizarse, hay que estar en relación. Integrar el alma, para seguir su mandato, solo podemos hacerlo desde el vínculo. Porque es en el otro que la vemos, que nos encontramos. Esta relación trascendente que nos permite integrarnos, solo se puede capturar simbólicamente. Y, justamente, el arcano del mundo en el tarot es la carta que nos habla de integración.

3 – Liberándonos del inconsciente colectivo. La sacerdotisa

A través del trabajo con la sombra, podemos trascender nuestras cárceles, liberarnos del inconsciente colectivo. Una de las formas de hacerlo es trabajando en las memorias arquetípicas.

Hay muchos caminos para el trabajo con los arquetipos.

Quiero compartirles en este espacio, una experiencia que en este sentido estoy desarrollando en Costa Rica, con un grupo de mujeres, que decidieron participar durante 7 meses, en el curso: SEXUALIDAD FEMENINA Y CUERPO. RECONOCIENDO NUESTROS ARQUETIPOS Y TRASCENDIENDOLOS.

El objetivo del curso es que las mujeres recuperemos nuestra capacidad creativa y que podamos salir de la repetición continua de patrones de comportamiento que nos mantienen aferrados a formas de vivir que nos producen dolor y desdicha.

Uno de los espacios en que se manifiesta esta situación es en los vínculos, en las relaciones que establecemos.

La propuesta que planteo es abrir el horizonte y empezar a buscar los caminos para salir de estas situaciones que nos amarran, fuera de las herramientas y los cánones que nos da la sociedad patriarcal.

La mujer tiene en sí misma la capacidad de crear, pero no solo de crear hijos, sino de crear una realidad, desde su esencia, lo femenino, que se basa en el amor y no en el poder, en la integración de los opuestos y no en la lucha.

El eslabón perdido que nos ha alejado de esta capacidad creadora y recreadora de nosotras mismas y de los vínculos, es la sexualidad. Para poder hacer propuestas nuevas que nos permitan recuperar la dicha de los vínculos, la dicha de ser mujeres, más allá de todos los roles que la sociedad nos ha impuesto, la clave es la recuperación de nuestra sexualidad mágica, de nuestra capacidad de desarrollarnos como sacerdotisas y hechiceras y reencontrar nuestro papel sanador de los hombres.

Para hacer este recorrido, propongo trabajar cuatro arquetipos que están inscritos en nuestra memoria ancestral. Unos desconocidos pero presentes, otros ausentes pero latentes.

A través del recorrido por el arquetipo de Agar, la esclava, De Eva, la mujer culpable Afrodita, Amante Creativa y Medea, Sacerdotisa y hechicera, vamos tomando conciencia de que solo somos esclavas de nosotras mismas, que la condena a nuestro deseo y placer sexual es algo que nos han impuesto, para impedirnos relacionarnos libremente con el otro y que podemos llegar a espiritualizar nuestra sexualidad y con ello ser maestras para que todos, hombres y mujeres escapemos al yugo patriarcal que nos impone, por medio de la lucha de los opuestos, el mantenernos en actitudes de posesión, control, rigidez, humillación…..

Para poder llegar a esta sexualidad mágica, es necesario que la mujer aprender a escuchar su alma, a ser fiel a sí misma, a dominar sus pasiones, pero para ello debe conocerlas. Este es el trabajo con Agar el arquetipo de la esclava.

Posteriormente trabajamos con el arquetipo de Eva, una mujer, cuando deja atrás la culpabilidad en relación a su sexualidad, es sabia; es una mujer que sabe, no solo complacer a un hombre sino, además, hacerlo crecer como hombre. Es una alquimista.

En palabras de Mario Satz:

Eva, Java, (madre de los vivientes) lleva al hombre de lo cerrado a lo abierto y lo retorna de lo abierto a lo cerrado.

El siguiente paso, Afrodita, es ser fiel a sí misma y ningún hombre puede ser más importante que ella misma. El trabajo con el arquetipo de Afrodita le enseña a la mujer a ser libre y a expresar todas las pasiones carnales con un sentido espiritual.

Así llegamos a Medea que alude a la mujer que es capaz de integrar todas las experiencias de su vida y amar sabiamente. El Mito de Medea hace referencia a la madre que mata al niño para que nazca el hombre. Medea habiendo transitado por diferentes etapas de la vida está en condiciones de ser maestra en la vida. Es la mujer que sabe aconsejar a las mujeres para que tomen su camino y sabe sanar la herida de rechazo o abandono en los hombres.

El taller, se basa en tres aspectos principales: el trabajo corporal, la toma de esencias de la Canción de Eva y el trabajo grupal. Estos tres elementos permiten el vínculo entre nuestro cuerpo, nuestras emociones y el desarrollo de la solidaridad femenina, tan socavada por el patriarcado.

Al ser un curso de sexualidad femenina, es muy importante la conexión con nuestros úteros.

Como dice la maestra Graciela Bonomelli citando a Guadalupe Cuevas:

El alma de la mujer se encuentra en el útero, y si este está desvitalizado o lleno de dolor, así se percibirá ella y percibirá la realidad que la rodea.

Su estado natural es el «gozo» nacido desde la fuente de la vida primigenia, pero la herencia de nuestro linaje femenino hace tiempo que se llenó de dolor y de fría muerte, y eso es lo que muchas mujeres ahora perciben, en su alma y en su interior. LA MUJER SIENTE CON EL UTERO NO CON EL CORAZON.

La carta del Tarot que asociamos con esta parte del proceso terapéutico, es la sacerdotisa. Es una carta relacionada con el yin o principio femenino, con la energía receptiva. También simboliza a la guardiana de la sabiduría oculta. Ligada al inconsciente, representa la verdad elemental y los procesos intuitivos. Es autónoma y autosuficiente.

Esta carta se vincula con la sombra, donde están nuestras potencialidades sin desarrollar y nuestros lados más oscuros de la personalidad. En la sombra, reside el secreto del destino de cada quien, que se gesta en la oscuridad hasta que llega su momento de manifestarse.

Esta carta nos habla de todo aquello que nos ayuda a construir nuestra propia individualidad, la que nos da los materiales sobre los que crearnos y recrearnos continuamente.

Nuestro cuerpo como lugar de placer y  reconexión

El placer nos invita a ponerle atención a los sentidos, a estar totalmente presentes en el presente, a disfrutar la experiencia de estar vivos. Y ello lo podemos hacer a través de nuestro cuerpo, de nuestros sentidos. El placer nos hace receptivos a nuevas ideas, más entusiastas a desarrollar nuevas tareas o demandas.

El placer nos invita a la integración, mientras que el dolor nos lleva a la separación y al repudio, a la lucha de opuestos. El placer está relacionado con el sentir y el sentir se da en nuestro cuerpo.

Al respecto, Jung señala:

De modo contrario al pensamiento, la función del sentir realiza una captura del mundo mediante una actividad tímica basada en la calificación de los objetos como agradables o desagradables, aceptables o rechazables. El punto de vista es ordenar el mundo en torno a la serie placer-displacer. (Jung p. 20)

Nuestra cultura equipara la madurez con la capacidad de negar el placer A medida que vamos creciendo, nos enseñan a distanciarnos del placer: estarse quietos, trabajar duro, negar o controlar nuestros sentimientos.

El placer que conocimos de niños, va siendo regulado por la culpa. Ello da lugar a la rigidez en el cuerpo y la rigidez en nuestro pensamiento. Lo que se vuelve rígido también se vuelve quebradizo y frágil. Debido a esta fragilidad, un sistema rígido necesita ser fuertemente defendido, y la consecuencia de este defendernos es que nos cerramos, en el cuerpo y en los vínculos. Y cuando estamos cerrados, rígidos, el flujo de la vida es limitado.

El placer se conecta con el deseo. En el deseo, empieza el camino de personalización, de individuación. Cuando no hay deseo, todo se paraliza, la vitalidad se pierde.

Además, el placer tiene una función de regulación fisiológica y psíquica. Al respecto, Casilda Rodrigañez, señala:

Sin él (el placer) no podemos sentir nuestros cuerpos ni reconectarnos. Sin el placer nuestro cuerpo se queda despiezado. Reconocer el placer es “soltar” la inhibición inconsciente y automática, socialmente adquirida. (Rodrigañez, C. Pariremos con placer.p.40)

Trabajando con nuestro cuerpo, usando los cuatro pilares que definen a la bioenergética – respiración, vibración, sonido y arraigo – podemos soltar esa rigidez y tener más carga energética, mayor excitación en nuestro cuerpo. O sea más vida. Y también más seguridad.

Y a mayor seguridad, mayor flexibilidad, mayor humildad. (Grecco, E. Regreso al hogar p. 93)

Por medio de los ejercicios que incluyen el cuerpo, podemos llegar a esas emociones que quedaron encapsuladas, que no logramos convertir en experiencia. Permitirnos sentir es la forma de salir de las cárceles emocionales, porque cuando sentimos, la emoción empieza a drenar y entonces podemos cambiar nuestras creencias y por tanto nuestras formas de comportarnos.

Las memorias, los hábitos son antes que nada cuerpo, memoria corporal, por tanto lo que hay que cambiar es la rutina del cuerpo, como se mueve, como nos paramos, como sentimos con nuestro cuerpo.

El trabajo corporal supone integrar la mente, el cuerpo y la energía. No basta con mover energía sin tomar conciencia, ni tomar conciencia sin hacerla cuerpo, sin movernos energéticamente. La integración de ambas corrientes es lo que nos lleva al cambio en nuestras vidas

El movimiento y el cambio, estimulan la conciencia. A través del movimiento, se despierta la esencia líquida de los sentimientos que fluyen a través del cuerpo.

Físicamente, el movimiento nos energiza, amplia nuestro campo de percepción sensorial. Al mover el cuerpo, se estimulan las terminaciones nerviosas. Y entonces el flujo del placer y de la excitación se extiende a todo el organismo aumentando la sensibilidad y la conciencia.

Cuando prestamos atención a la forma como nos movemos, podemos descubrir temas y sentimientos que antes nos eran desconocidos.

Liberarnos de las emociones que nos encarcelan lo podemos hacer a través de conectarnos con el placer y a la vez, ello nos permite reconectarnos más con el placer.

Al respecto, Stanley Keleman señala:

Tan pronto como elijo habitar la parte descuidada de mi cuerpo, comienza el proceso de integrar sus mensajes, sus deseos, sus quejas. Comienzo a unir mi cabeza con aquello que la lleva arriba. (Keleman S. p. 28)

El cuerpo no puede ni es capaz de mentir. Sólo lo que sale de la boca puede mentir. El cuerpo nunca miente. (Keleman, S p. 29)

Cuando incorporamos el deseo a nuestras vidas, incorporamos un impulso espiritual / emocional que nos empuja hacia algo más, nos lleva a abrazar el cambio. Si no queremos nada, los sentidos se apagan perdemos nuestra vitalidad. No tenemos un impulso para seguir adelante. El objeto del deseo puede no ser necesario, pero la sensación de deseo es el anhelo del alma para seguir adelante. Jung decía que el deseo abre la puerta del alma.

Ello es posible a partir de estar en nuestros cuerpos, de encarnar. En palabras de Stanley Keleman

Estar enraizado es establecer una relación con la tierra. Estar corporizado es establecer un cuerpo viviente, no solo estar con su cuerpo o relacionado con él. Un cuerpo viviente crea sus relaciones (Keleman, S. p 11)

Nos vemos a nosotros mismos a través de la mirada del otro, pero nos sentimos a nosotros mismos si logramos estar en contacto con nuestros cuerpos.

Somos especialistas en amargarnos la vida, y en alejarnos del placer. Vivimos en un mundo que niega el placer, incluso podríamos decir que tiene miedo del placer.

El placer lo encontramos en la conexión con nuestro cuerpo. Pero vivimos más dirigidos hacia nuestro Ego, que hacia nuestro cuerpo, Y el Ego se relaciona con el poder. En consecuencia, como señaló Alexander Lowen hace muchos años, el valor principal de la sociedad es el poder y el placer ha sido relegado a un valor secundario.

El cuerpo, en contraposición al ego, desea el placer, no el poder. El placer es la fuente de la que surgen nuestros sentimientos y pensamientos positivos. Si se priva a un individuo del placer corporal, este se torna iracundo, frustrado y odioso. Se distorsiona su pensamiento y pierde su potencial creativo. Desarrolla actitudes autodestructivas. (Lowen. A, p. 13)

El placer es la fuerza creativa de la vida. Es la única fuerza suficientemente poderosa como para contrarrestar el potencial destructivo del poder. (Lowen, p. 13)

La conexión con el placer nos ata a nuestros cuerpos, y nos lleva a estar presentes en el presente y de ahí, totalmente comprometidos con lo que estamos viviendo en cada momento. Y ese compromiso con presente se extiende a nuestros vínculos.

El secreto del cambio verdadero de nuestra sociedad reside en que cambiemos los parámetros de nuestras relaciones y las vivamos de un modo diferente.

La conexión con el cuerpo y al placer, nos permiten ese modo diferente de vivir las relaciones.

Fin.