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Sobre los arquetipos y las esencias florales

Sobre los arquetipos y las esencias florales

Es bien conocido que Edward Bach fue un agudo observador del comportamiento humano. Mucho antes de llegar al estudio vibracional de las plantas, relacionó el predominio de determinados gérmenes intestinales con diferentes patrones de personalidad y, más adelante, ya en el campo homeopático estudió los llamados nosodes igualmente asociándolos a diversos perfiles de comportamiento. No es de extrañar, por tanto, que al configurar su sistema floral pusiera especial énfasis en la búsqueda de plantas arquetípicas. La experiencia clínica posterior nos ha permitido entender que si bien hay esencias marcadamente arquetípicas, otras efectúan una tarea más general, que podemos analizar en base a los síntomas sobre los que actúan. Además, las primeras tienen también una utilidad en otras indicaciones más generales. Finalmente, algunas de ellas pueden recomendarse para distintos perfiles de personalidad, aunque con unos rasgos comunes. Veamos un ejemplo de ello.

Castaño Rojo (Aesculus carnea) es una planta habitualmente asociada a un arquetipo perfectamente definido por Edward Bach. Se trata de personas con incapacidad para reconocer sus propios miedos, de tal modo que contactan con ellos a través de proyectarlos en otros individuos, generalmente sus seres queridos, viviendo las situaciones ajenas como si fueran propias. El miedo les induce un desequilibrio del chakra del Plexo Solar (3º), con desbordamiento emocional, que a su vez altera el chakra del Tercer Ojo (6º), que también se hiperactiva, dando lugar a una total dificultad para la comprensión de sus emociones; su mente entra fácilmente en obsesiones y tortura, e incluso en estados paranoicos. Todo ello les aparta de una observación objetiva de la realidad y crean fantasmas que les quitan la paz. En apariencia, persiguen la protección de aquellos sobre los que proyectan sus miedos y fantasmas, pero en realidad su falta de fe y su intolerancia les lleva a invadir su libre albedrío; de este modo, generan en estas personas sentimientos de ahogo y manipulación, y respuestas de rechazo, huida o confrontación, o de sumisión. Un ejemplo sería el de esa madre que ante la tardanza de sus hijos no puede conciliar el sueño y espera angustiada a que retornen, manipulándoles después afectivamente para que no vuelva a ocurrir.

Un segundo arquetipo, para el que esta esencia puede ser recomendada, son esas personas que siendo incapaces de materializar sus sueños, los proyectan en otros, a los que predisponen e incluso obligan a llevarlos a cabo, a través de la manipulación (generalmente de forma inconsciente). Esperan superar su propia frustración buscando que otros logren aquello que ellos no han sabido alcanzar. Fácilmente viven el proyecto como si fuera suyo; faltan al respeto ajeno y pierden la realidad, pues originan la necesidad de que otros resuelvan su camino por ellos. Su desequilibrio emocional desencadena obsesiones y tortura mental, que en este caso se transforma en rigidez e incomprensión, pudiendo llegar a la decepción. En los casos más graves, pueden provocar un conflicto de autoestima en aquellos en quienes han puesto la confianza de que alcancen sus sueños, pues tienden a no perdonar los errores. Un ejemplo sería el de ese padre que no pudo llegar a estudiar una determinada profesión y encauza a su hijo desde su infancia hacia la misma, todo lo planifica y todo lo vive estrechamente.

En ambos perfiles hay un sentimiento de incapacidad basado en el miedo por la falta de fe, un estado de desequilibrio emocional y mental con tendencia obsesiva, una pérdida de la realidad, manipulación y falta de respeto hacia los demás.

Esta es una esencia de aprendizaje; enseña la visión de la realidad, el desvanecimiento de los fantasmas, la comprensión de cual es el propio camino y cual el de los demás. Bioenergéticamente abre el chakra del Corazón (4º) cambiando las emociones provocadas por los miedos en un sentimiento de protección, evitando así el desequilibrio mental y facilitando la comprensión. Genera confianza y fortaleza, para la recuperación de la fe en la vida y en los acontecimientos que ella pueda traer. Enseña el respeto hacia los demás y que el verdadero amor nace de la libertad de cada individuo.