Sombra, polaridad y esencias florales – 2da parte
De modo tal que, aceptar lo inaceptable, poder decir “esto es mío” y lo quiero porque es una parte de mí significa desarrollar una conducta activa de integrar todos lo que soy en una misma totalidad. No importa si esa parte la vivo como oscura o luminosa. Importa porque es mía. Y cuando acepto “todo de mí” me transformo y comienzo a sanar la herida de mi alma.
Hace muchos años leí un libro, una novela de ciencia-ficción llamada El Mago de Terramar, de Ursula Leguin. Es sin duda uno de los mejores tratados sobre la sombra y en ella el personaje central del relato, luego de muchas vicisitudes propias de todo camino iniciático, se abraza con la sombra que lo perseguía. Allí en ese espacio casi mágico de encuentro, se da cuenta que la sombra que lo perseguía tenía su mismo nombre, que era una parte suya, que había estado huyendo de sí mismo.
Hay en los muchos sistemas florales esencias para acercarnos a la sombra pero, ocurre que se suele pensar a la sombra como si fuera un síntoma al cual hay que tratarlo alopáticamente: para ponerse en contacto con la sombra ingerir tal esencia. En realidad, lo que no hay que perder de vista, es la mirada estructural y tener presente que cada quien tiene una flor en su sombra, exactamente opuesta a lo que es el escudo identificatorio manifiesto que llamamos “personalidad”. Esa flor que mora en el abismo al que nos cuesta asomarnos, es la que hay que descubrir y la que hay que prescribir cuando hablamos de prescripción caracterológica. Allí es donde mora la fuente de donde mana la “causa real de la enfermedad”.
En un libro, producto de la desgrabación de un seminario, El hechizo del Water Violet, comentaba que mientras se cubre la ausencia de un modelo de personalidad aplicable a la teoría y la clínica floral es necesario tener en cuenta tres lugares desde el cual diagnosticar en términos caracterológicos a una persona: máscara, sombra y posición emocional.
La máscara y la sombra guardan relaciones estables entre sí que nos permiten predecir, conociendo lo manifiesto, que hay en lo latente. La posición emocional, en cambio, funciona de otro modo.
La personalidad es la ventana por medio de la cual miramos el mundo y el mundo nos mira. La sombra es lo que ignoramos y rechazamos de nosotros mismos. La posición emocional es la modalidad afectiva que marca nuestra vida y tiñe el modo de mirar y ver la realidad propia y ajena.
Un modo gráfico de ejemplificar este tema y utilizando un modismo astrológico seria que no es lo mismo tener un Agrimony en el ascendente (máscara) que un Crab Apple. Que cuando una persona es Vervain en su personalidad pero su modalidad afectiva es muy Agrimony va a ser un Vervain bien diferente si sus afectos son Crab Apple.
Lo que he querido trasmitir es un texto abierto. Refleja el modo en como pienso un aspecto de la realidad de la clínica floral e intenta ser consecuente con el legado del Dr. Edward Bach. Un legado contenido no en la letra congelada de un texto sino en el sentido de una enseñanza.
Siempre he sentido los escritos de Bach como una incitación a pensar y creo, con toda la convicción de mi alma, que más que remedios, más que información, la Terapia Floral es un modo de pensar, un modo de ser, un modo de curar. Esto es lo que me parece que está olvidado o postergado en el campo floral detrás de una máscara rígida y autosuficiente y la sombra que tenemos que abrazar es el espíritu de libertad de pensamiento que envolvía a Bach por dentro y por fuera, de la cabeza a los pies.
Como señala la cita de Jung que encabeza este trabajo, expresada de otro modo, ya que no aceptamos el rostro de lo desconocido e imprevisible de la clínica y los riesgos de la transferencia, como nos angustia el tanteo y la incertidumbre que es moneda constante de la relación terapéutica, preferimos las fórmulas cerradas, limitamos nuestro pensar, buscamos la autoridad y la maestría afuera, aprendemos miles de remedios, todo esto para suplir nuestro desconocimiento del hombre a quien se los prescribimos y sosegar la angustia de enfrentar el hecho de que lo que cura es la relación, ese “sitio” donde sucede el darme cuenta de lo que no se de mí y el hecho que en este proceso los remedios florales son el soporte, el apoyo, el instrumento, pero nunca el fin.
No lo dice Eduardo Grecco, lo dice el Dr. Edward Bach.
Fin.