T.V.P. desde mi experiencia – 1ra parte
Buenos Aires, Junio de 2008.
Cuando el Dr. Cabouli me habló de este encuentro internacional y me dijo de mi participación en él como ponente, empecé a preparar algunos de los casos más representativos vividos en mi consulta con la T.V.P. con la intención de exponerlos aquí. Pero, una vez más, el maestro corrigió al discípulo, diciéndome que eso era mejor reservarlo para ilustrar el contenido de un libro, y que, para esta ocasión, lo más adecuado era que hablara de mi experiencia como terapeuta.
Pues bien, al paso de varios meses de no conseguir escribir nada, pude identificar que la sugerencia que José Luís me hizo de hablar de mi experiencia como terapeuta en este encuentro internacional y ante la presencia de expertos terapeutas en el auditorio, se había convertido para mí en el momento más marcante durante el tiempo previo a la celebración de este evento.
Sentí que me paralizaba en aquel momento. Sentí miedo de ver que, aunque en mi consulta he acompañado a mis pacientes en más de dos mil regresiones, aún sé muy poco de las cosas del Alma. Y en ese momento surgió una pregunta en mi mente: ¿qué puedo yo enseñarles a ustedes de todo esto?
Estas sensaciones me hacen hacer ser consciente de que, como terapeuta, soy un simple instrumento que el universo está utilizando para poder ayudar al Alma de mis semejantes mediante esta terapia, haciendo consciente lo inconsciente ayudándoles así a que sus Almas puedan liberarse de todos los disturbios emocionales cuyos orígenes datan de cientos, y a veces miles, de años, y que en la encarnación actual somatizan de forma inexplicable para nuestra ciencia médica, la cual le asigna un origen psicosomático.
Pero también me di cuenta de que la experiencia que hasta el momento actual tengo con esta terapia, me impide sentir temor del qué dirán mis colegas médicos. Porque yo entiendo que ellos tengan miedo a salirse de las reglas establecidas, ya que yo también lo sentí cuando empecé a conocer esta terapia, pero me quedó un poquito de valor para seguir contemplándola y darme cuenta rápidamente de que ante mí se estaba manifestando una nueva terapia con nombre propio, que es La Terapia Del Alma.
Parece que fue ayer cuando escuché a José Luís su primera conferencia en España. Recuerdo que me coloqué en la primera fila: estaba deseoso de escuchar a ese hombre, y expectante de encontrar en sus palabras algo nuevo que yo estaba deseando descubrir.
Pero desde que empezó a pronunciar sus primeras palabras, empecé a sentir una extraña y bonancible sensación de armonía en mi interior. Era como que sus palabras estaban abriendo en mí un extraño “baúl de los recuerdos” de cuya existencia, hasta ese momento de mi vida, yo no había sido consciente, y, tras abrirlo, estaba poniendo en orden todo su contenido.
En ese momento me di cuenta de que con sus palabras no me estaba descubriendo nada; simplemente me estaba poniendo en orden algo que yo ya sabía, pero que no sabía que lo sabía, por lo que no podía entender la claridad meridiana con la que estaba aceptando como míos una serie de conceptos sobre algo que, previamente, yo no había estudiado.
Como ustedes ya saben, pero entonces yo no lo sabía, lo que estaba pasando es que sus palabras estaban “gatillando” en mi Alma las vivencias de una experiencia anterior de la que, en ese momento, yo no era consciente.
Durante los años siguientes he podido descubrir que en varias de mis vidas anteriores ya me dedicaba a los asuntos del Alma, y que en alguna de ellas los roles estaban cambiados. Pero, como dice José Luís en el prologo de mi libro, “agradezco al universo que en esta encarnación yo sea el maestro y él sea el discípulo”. Pero no teman, porque en esta ponencia sólo les voy ha hablar de mi experiencia en T.V.P. durante mi vida como Juanjo.
Durante el curso de mi formación como terapeuta descubrí lo bueno que sería para cualquier persona tener esta vivencia, porque, independientemente de que después ejerzas o no como terapeuta, experimentas una gran transformación en ti mismo, “se te cae la coraza” y te encuentras contigo.
Esto me pasó al finalizar el primer módulo, y al verme, me quedé mirándome y sólo pude balbucear “me suena tu cara”, al darme cuenta de que en aquel momento “yo, para mí, era un gran desconocido”.
De vuelta a casa empecé a poner en práctica con gran entusiasmo la técnica aprendida. Me sentía poseedor de algo con lo que podía ayudar a mucha gente a solucionar una serie de situaciones que para mí, como médico, hasta hacía poco tiempo eran de origen psicosomático. Pero me encontré con la incomprensión de muchos de ellos, hasta el extremo de que algunos de mis compañeros del hospital llegaron a decirme: “lo que tu haces, es brujería”.
Lo bueno de esto es que todos llevaban razón, aunque entonces yo no lo entendía. Pero al día de hoy puedo decirles a todos ustedes que no quieran ayudar a quien no les pida ayuda y no quieran convencer a nadie de algo que ustedes acaban de descubrir y aprender, porque, sin quererlo, pueden estar ustedes activándoles sus miedos.
Recuerden que cada uno de nosotros estamos encarnados para vivir nuestra propia evolución, para andar el camino que elegimos andar, para llevar a cabo la misión que hemos venido a realizar, y tenemos derecho a vivir nuestra propia experiencia sin que nada ni nadie nos perturbe. No olviden que “solo aparece el maestro, cuando el alumno está preparado”, y creo que “solamente aparece el terapeuta cuando el paciente lo anda buscando”.
Al finalizar mi formación como terapeuta ya me reconocí a mí mismo, pero el universo una vez más siguió manejando los hilos. Esto hizo que mi maestro me reclamara para ser su asistente en los siguientes cursos que realizaría en España, y en el momento actual estamos realizando la formación de la sexta promoción, en la que, como otro regalo del cielo, mi mujer está llevando a cabo su formación como terapeuta.
Mediante la realización del curso se adquiere el conocimiento de la técnica, pero solamente con el ejercicio diario de lo que aprendí he ido adquiriendo la experiencia.
Un terapeuta en T.V.P. ha de poseer una mente sin limitaciones, ya que cualquier experiencia que esté reviviendo el paciente es su propia experiencia, y tenemos que tener la capacidad de no juzgar nada.
En la mente del terapeuta no pueden existir las palabras “no puede ser” o “esto es imposible” porque para el paciente “está siendo” y “es posible”.
El terapeuta ha de combatir su ego, ya que la única protagonista de esta terapia es el Alma del paciente. Tengan en cuenta que “ningún terapeuta hace regresiones”; solamente es un instrumento del universo que ha adquirido el conocimiento necesario para saber acompañar al paciente en su experiencia, pero siempre por detrás de él y sin sacar conclusiones.
He podido comprobar que al paciente no hay que llevarlo a ningún lado, porque él ya está allí. La mayoría de las veces, cuando el paciente llega al consultorio ya está en la experiencia, y lo único que hay que hacer es escucharlo con atención y saber identificar cuándo su Alma está hablando, y en ese momento solamente decirle: “cierra los ojos y dime qué está pasando”.
No tenemos que olvidar que el estado regresivo, o estado expandido de conciencia, es una capacidad natural que tenemos todos los seres humanos. ¿Se imaginan decirle a una persona “te voy a hipnotizar para que respires”?
Son muy pocos los casos en que, ante pacientes con una mente muy analítica, es preciso ayudarles en el principio de su experiencia con un ejercicio de inducción. Son aquéllos a los que les cuesta trabajo entrar, aunque en la mayoría de las veces lo que en realidad les cuesta es aceptar que ya están en la experiencia, y no se abandonan a ella por el temor a perder el control de la situación.
Suelen ser pacientes a los que les gusta justificar y razonar todo. Por eso, cuando entran en la experiencia suelen decir que están inventando o imaginando todo lo que están experimentando.
Para mí, “me lo estoy inventando” o “me lo estoy imaginando”, es el lenguaje que utiliza nuestro consciente para intentar justificar las experiencias del Alma en las que él no estuvo presente.
Por eso, cuando el paciente nos dice “esto me lo estoy inventando”, el terapeuta debe de decirle “muy bien, no importa, sigue inventando”.
Desde el principio siempre he procurado no quedarme sin palabras, y yo sé que en las primeras regresiones se nos presentan situaciones en las que, por momentos, no sabemos cómo seguir ni qué decir.
Muy pronto descubrí que siempre llegaba a mi mente la palabra adecuada, y esto pasaba siempre que era capaz de dejar mi mente receptiva y decir lo primero que me venía; y pude comprobar que siempre era la palabra adecuada la que llegaba.
Lógicamente esto me fue dando, poco a poco, cada vez más confianza en mi mismo para la realización de este maravilloso trabajo. Pasé rápidamente esta fase de evolución como terapeuta y me di cuenta de que la palabra adecuada me llegaba antes de que pudiera identificar el momento de bloqueo.
Al principio lo identifiqué como intuición, pero yo sé que la intuición siempre nace desde el seno de la experiencia, y entonces yo carecía de esa experiencia. Ahora, al paso de los años, sigo sin saber qué es, pero sí he podido identificar parte del mecanismo de cómo se produce.
Sé perfectamente que la palabra que en ese momento me hace falta no viene de mi hemisferio izquierdo o analítico, sino que viene a través de mi hemisferio derecho o intuitivo. Quizá por eso al principio la nominé como intuición.
Pero he podido constatar desde hace ya algún tiempo que la palabra que necesito decir en ese momento no nace en mi mente, sino que llega a mi mente a través del hemisferio derecho y sale emitida por mi garganta sin que, previamente, haya sido procesada por mi mente, convirtiéndome en espectador de lo que yo mismo estoy diciendo y comprobando la efectividad que tiene en el desarrollo de la experiencia que está haciendo el paciente.
Ahora, la gran pregunta: ¿Quién emite esa palabra? No sé si estaré en un error cuando pienso que dicha palabra venga emitida por el Alma del terapeuta que, en el desarrollo de su trabajo, también se encuentra en estado expandido de conciencia, al igual que el pintor o el escritor cuando se encuentran creando su obra… O qué sé yo.
Les propongo un ejercicio para después: pregunten a sus Almas de dónde nos viene a los terapeutas esta ayuda, y, por favor, comuníquenme la respuesta si la encuentran.
El trabajar en estado expandido de conciencia no lleva incluido el que nos tengamos que implicar en la experiencia que está viviendo el paciente. Recuerden que la experiencia del paciente es su experiencia y no la nuestra, aunque alguna vez el paciente nos identifique con alguno de los personajes que aparece en su experiencia. El terapeuta debe protegerse para que el paciente no le quite energía.
Para mí fue impactante el comprobar cómo en la experiencia de la muerte todos los pacientes tienen puntos comunes por los que pasan independientemente de su credo o religión, y cómo, gracias a eso, el primer beneficio que encontramos con esta terapia es que perdemos el miedo a la muerte y, por fin, le encontramos sentido a esta vida.
¿Han visto ustedes terapia más fácil que ésta?
Lo que no sabes te llega a la mente en el preciso momento que lo necesitas; descubres que la muerte no es el final de nada, sino un paso más en tu evolución; además, le encuentras sentido a la vida. Por si esto fuera poco, el paciente, a través del síntoma, ya se encuentra en la experiencia, y sólo tenemos que decirle: “cierra los ojos” y preguntarle qué está pasando, y, a partir de ahí, disponernos a acompañarlo en su experiencia, diciéndole: “sí”… “sigue”… “eso es”… “muy bien”… “y qué más”… “como si fuera qué cosa”… “como si estuvieras dónde”… “y si supieras”…
Estoy convencido de que somos un instrumento del universo, porque algo o alguien nos protege en el desarrollo de nuestra labor.
Continuará…